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Es verde y tiene asas

Soledad Gallego-Díaz

La inmensa mayoría de las veces algo verde, con asas y que contiene agua o vino es una jarra, por muchas vueltas y sesudas interpretaciones que le den analistas y expertos. Así que sería bueno que todos empezáramos a creer lo que vemos. En enero de 1999 va a existir una moneda única europea y la única duda es si España e Italia van a formar parte del euro en un primer momento o si se les va a obligar a aceptar un status especial que retrase uno o dos años su incorporación efectiva, en aras de la tranquilidad de espíritu de los alemanes. Todo lo demás son mandangas.El euro arrancará cuando está previsto, porque no cabe vuelta atrás. Salvando las distancias, el panorama recuerda los meses previos a la guerra del Golfo, cuando todo el mundo se empeñaba en enviar diplomáticos a la zona y discutir sobre las posibilidades de arreglo pacífico. La cosa consistía en marearnos para que no viéramos la jarra, el medio millón de soldados aliados en la frontera de Kuwait que no se iban a volver a casa, de ninguna forma, sin estrenar su formidable arsenal. En vez de discutir sobre las idas y venidas de Baker, Primakov, Almeida y Villapalos debimos preocuparnos más por saber que el objetivo de todo aquello no incluía derrocar a Sadam Husein ni democratizar la península arábiga.El mareo ahora consiste en hablar de retrasos, criterios y déficit, pero la realidad es que los grandes bancos y empresas europeas preparan a toda marcha la puesta en vigor de la moneda única y que, como los soldados, ellos no se mueven en vano. A los españoles deberían interesamos dos cosas: 1) Qué pasa con nosotros y 2) Cuál es el objetivo. No vaya a ser que, después de todo, nos encontremos con que Sadam sigue en su puesto y con que en Riad y Kuwait City se sigue cortando manos y lapidando a las mujeres adúlteras.

En vez de discutir sobre esa cosa verde y con asas, más nos valdría saber si lleva dentro agua o vino, si el euro por sí sólo ayudará a disminuir el paro o necesita medidas complementarias, y si la moneda única servirá, como dicen unos, para mantener el modelo económico europeo (con un alto grado de protección. social) o, como dicen otros, allanará el camino para que arrasen los partidarios del modelo norteamericano, ultraliberal.

Es decir, si tienen razón quienes aseguran que la Unión Europea está mirando cada vez más hacia Estados Unidos o, por lo menos, hacia el Reino Unido, o quienes advierten que el único modelo realmente exitoso es Holanda, que ha sido capaz de mantener sus raíces sociales y luchar contra el paro con los mismos, o mejores, resultados que Londres o Washington.

Lo curioso, como escribía recientemente la revista The Economist, sería que, sin proclamarlo e incluso sin darse cuenta, la Unión Europea hubiera ido absorbiendo thatcherismo y defensa a ultranza del libre mercado, justo cuando los conservadores británicos están a punto de perder las elecciones y cuando arrecian las campañas de los liberales euroescépticos en contra de la construcción europea.

Expertos, analistas y políticos debaten desde hace meses qué modelo es el mejor, pero los ciudadanos no entienden qué demonios están discutiendo. Para ellos, está perfectamente claro. Una aplastante mayoría de europeos (el 84,7%, según las últimas encuestas) sabe qué espera del euro y de la Unión: programas comunes de lucha contra el desempleo y que "ayude más, a los pobres y excluidos". Se puede decir más alto, pero no más claro. Eso es exactamente de lo que casi trescientos millones de personas quieren que nos acordemos, del contenido de la jarra. Para que lleve dentro trabajo y protección social. Los dos juntos. A la holandesa.

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