"Odiando no se consigue nada"
Mari Carmen Merino, viuda de Francisco Javier Gómez Elósegui, el psicólogo de la prisión guipuzcoana de Martutene asesinado el pasado martes por ETA, asegura que los únicos sentimientos que le embargan son la tristeza, el vacío y la impotencia, porque "odiando no se consigue nada". En una entrevista publicada ayer en el Diario Vasco, Mari Carmen explica que la misma mañana del martes en la que su marido murió de un tiro en la nuca disparado presuntamente por el etarra Fernando Elejalde habían decidido que iban a tener un segundo niño. "Quiero que nuestra hija Irene", que significa paz en griego, "esté orgullosa de su padre porque era un hombre bueno".El matrimonio, que llevaba cuatro años de vida en común, estaba a punto de iniciar unas vacaciones de cuatro días en Londres y vivían en una casa comprada recientemente que esperaban amueblar poco a poco. "Teníamos toda la vida organizada. Ahora no sé por dónde empezar", asegura Mar¡ Carmen Merino, que todavía no ha vuelto al domicilio familiar. Sigue refugiada en el de sus padres intentando digerir la tragedia que le transmitieron sus compañeras de trabajo una mañana que no olvidará jamás. "Estuvimos desayunando juntos. Yo siempre salía un poco antes que él para ir a trabajar. Se levantaba conmigo para prepararme el desayuno y estar así un rato juntos. Recuerdo que ese día, después de haber desayunado los dos, estaba a punto de salir de casa, pero al pasar por la puerta de nuestra habitación vi que la niña estaba metida en nuestra cama. Llamé a Javier y le dije mira cómo duerme". La estuvimos contemplando los dos y comentamos que queríamos tener otro hijo enseguida. Cuando llegué [al trabajo] mis compañeras me dieron la noticia, pero yo no me lo podía creer. Hasta que no subí al hospital y pasó un rato no me hice a la idea".
Se conocieron hace siete años y tres después se casaron. Al poco nació su única hija, Irene. Javier había montado una consulta de psicología que empezaba a ir bien. Estudió Empresariales, pero lo que más le gustaba, según relata su viuda, era el trato con la gente. Además de su trabajo en la cárcel y la consulta, daba clases de criminología y desarrollaba trabajos sindicales en la central nacionalista ELA.
"En la cárcel era muy querido por todos, tanto por los presos de ETA como por los comunes. Muchos que ya estaban rehabilitados y que habían salido de la cárcel nos paraban por la calle para saludarle". La viuda cuenta que Javier tocaba en la misma charanga que el empresario asesinado por ETA en Tolosa el pasado mes, Patxi Arratibel, aunque, desde que nació la niña, lo dejó para pasar los carnavales con ella. "Le afectó muchísimo", dice, y agradece las muestras de cariño y afecto que ha recibido de muchas personas, incluida la viuda de Olaciregui, el vendedor de bicicletas también asesinado por ETA.
"De momento no se qué hacer, tenía toda la vida organizada, era lo que yo siempre había querido, éramos felices y ahora de repente esto. No sé por dónde empezar", explica. Sin embargo, no ha pensado en abandonar el País Vasco. "Tengo aquí a toda mi familia y a todos mis amigos, no hago nada yéndome de aquí", asegura. Una de sus principales preocupaciones en este momento, que suma al dolor, es cómo explicar a su hija el asesinato de su marido. "De momento es muy pequeña, pero el día que lo pregunte se lo intentaré explicar poco a poco. Lo que sí quiero es que esté orgullosa de él porque era un hombre bueno".
El futuro es su hija, Irene, de carácter extravertido, que corretea por la casa de sus abuelos ajena al drama que le rodea. Aún no sabe lo que le ha sucedido a su padre. "Le decimos que está en el trabajo", aclara su abuela.
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