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155 detenidos en un agitado desalojo de 'okupas' en el distrito de Salamanca

El desalojo de los okupas de la antigua fábrica de Confecciones Almudena, en la calle del Marqués de Ahumada, 7, en La Guindalera (Salamanca), acabó ayer con 155 jóvenes arrestados, entre ellos una menor. Es la mayor cifra de detenidos registrada en la capital durante una operación de este tipo. Al cierre de esta edición, los arrestados seguían prestando declaración en las comisarías de Ventas (53), San Blas (8) y Moratalaz (93). Setenta de ellos eran okupas del edificio.También se produjeron detenciones tras los enfrentamientos registrados junto al edificio, en calles próximas y en zonas de Pueblo Nuevo y Ventas entre jóvenes simpatizantes de los okupas y la policía. Hubo 14 heridos leves, según el Samur, nueve de ellos agentes de la policía nacional. Los incidentes más graves se produjeron hacia las 7.30 en los alrededores de esta vieja fábrica, cerrada desde hace quince años y utilizada desde hace uno por grupos de jóvenes para reunirse y organizar conciertos, talleres y fiestas. A esa hora, mientras 70 okupas permanecían encerrados en el edificio, un grupo de siete u ocho jóvenes cruzaba coches en la calle.Al llegar una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía comenzaron a tirarles piedras y otros objetos contundentes y a quemar tres contenedores, según aseguraron vecinos de la zona y la Delegación del Gobierno. En esos momentos de tensión, según una imagen de Canal +, un agente esgrimió su pistola reglamentaria e incluso llegó a apuntar a los manifestantes.

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Después de las primeras escaramuzas de los manifestantes, la policía pidió refuerzos y comenzó a lanzar pelotas de goma y botes de humo contra los okupas encastillados en la azotea. Estos levantaron los brazos en alto y comenzaron a gritar: "No somos violentos", y la policía dejó de intervenir. El desalojo, ordenado por el Juzgado de Instrucción número 15 a instancias del Fondo de Garantía de Depósitos en Establecimientos Bancarios, dueño del edificio desde hace un lustro, estaba previsto para las nueve de la mañana.A esa hora, los jóvenes concentrados en la zona mantenían una actitud pacífica, pero los agentes impedían a porrazos que formasen grupos y que se acercasen a el edificio okupado. El despliegue policial era considerable, con helicóptero incluido. La calle de Cartagena estaba cortada al tráfico desde los aledaños de la Audiencia Provincial hasta la confluencia con la calle del Pilar de Zaragoza. El desalojo se preveía complicado. Los okupas llevaban días fortificando el edificio para obstaculizar la entrada de los agentes. Las ventanas estaban cubiertas con vallas y somieres; los accesos a cada una de las plantas, cegados con trastos, y la entrada principal, tapada con chatarra, contenedores, basura y muebles viejos.

El jefe superior de Policía de Madrid, Carlos Corrales, estaba al mando del operativo. Como el acceso desde la calle parecía complicado, los agentes solicitaron permiso para acceder a la fábrica okupada desde la azotea de un edificio contiguo. Entre unas cosas y otras, al mediodía la situación seguía igual.

A las 12.30, cuando las azoteas de toda la zona aparecían abarrotadas de periodistas, curiosos y simpatizantes de los okupas encerrados, la policía indicó por megafonía que se disponía a entrar al edificio.

Desde la terraza de un local del PCE, en la calle del Marqués de Monteagudo, amigos de los okupas insultaban e increpaban a los policías apostados abajo. "Sois como robots", "Policía asesina", "Vosotros, fascistas, sois los terroristas" o "Un desalojo, otra okupación" eran algunas de sus consignas.

En varias ocasiones los agentes apuntaron con los lanzapelotas sin disparar, aunque sí golpearon a varios viandantes. Casi de forma simultánea, una excavadora comenzó a retirar los trastos que impedían el acceso al edificio y varios agentes antidisturbios se descolgaron desde la terraza del edificio okupado hasta una azotea vecina. A los periodistas de Canal + que habían pasado toda la noche con los okupas les requisaron una cinta de vídeo.

Después de un rato, la policía comenzó a hacer bajar a los primeros okupas encerrados, que, tras dar sus datos y ser cacheados, eran introducidos en el furgón policial y conducidos a comísaría. A las dos de la tarde, cinco horas después de iniciarse el desalojo, la zona recobraba su normalidad.

Lunas rotas

Las escenas de mayor violencia se produjeron lejos del edificio. A partir de las 8.30, según la Delegación del Gobierno, grupos de encapuchados destrozaron varias lunas de una quincena de entidades bancarias de la calle de Alcalá, las avenida de Bruselas y de los Toreros, la plaza de Manuel Becerra, Pueblo Nuevo y Ventas. Los incidentes se prolongaron hasta el mediodía.

Unos cuarenta jóvenes recurrieron la calle de Alcalá gritando, con las caras tapadas con pañuelos y pasamontañas. Cuando arribaron a la altura de Pueblo Nuevo, empezaron a destrozar a pedradas los cristales de los bancos a ambos lados de la calle. Al final, siete sucursales (incluidas entre el total de 15 que sufrieron daños) acabaron con los escaparates destrozados. Un contenedor de vidrio también acabó volcado. El grupo se disolvió a la carrera, en dirección al barrio de Bilbao, en cuanto empezaron a llegar los coches de la policía, que patrullaron durante media hora por esta zona de Alcalá, informa Antonio Jiménez.El concejal del distrito de Salamanca, Fernando Martínez Vidal, hizo alusión a las numerosas quejas presentadas por los vecinos debido al ruido y a la suciedad provocados por la gran afluencia de jóvenes a los conciertos de este centro okupa. A veces llegaban a juntarse más de mil jóvenes y, aunque la sala de conciertos estaba ubicada en un sótano que da a una zona industrial, el trasiego de gente entrando y saliendo del recinto duraba toda la noche.

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