Matar a un negro sale barato en Alemania
Condena mínima al ingeniero alemán que asesinó a un gambiano por una disputa a bordo de un tren
Matar a un negro resulta barato en Alemania: dos años en libertad condicional y medio millón de pesetas de donativo a la organización humanitaria Médicos para el Tercer Mundo. Así lo sentenció la Audiencia de Stade, una ciudad de 40.000 habitantes en el norte de Alemania, cercana a Hamburgo, que ha revisado el fallo absolutorio de un tribunal de primera instancia contra el ingeniero Wilfried Schubert, de 54 años.El ingeniero mató a puñaladas a Bakary Singateh, un africano de Gambia de 24 años, en una disputa por la ventanilla, abierta o cerrada, a bordo de un tren de cercanías.
El semanario Der Spiegel relata hoy, bajo el título 'Lucha en la primera clase', unos hechos que ponen de manifiesto el escaso valor que tiene la vida de un negro para la justicia alemana. Lo ocurrido se remonta al 7 de diciembre de 1993, cuando el ingeniero Schubert, funcionario en la oficina de Medio Ambiente de Hamburgo, regresaba a su casa en la ciudad de Bremen, en un tren de cercanías lleno hasta los topes. Apenas se había acomodado Schubert en un departamento de primera clase y extendido sus pies en reposo en el asiento de enfrente, cuando irrumpió un joven negro, alborotador y lata de cerveza en mano.
Cuando llegó el revisor, el ingeniero mostró su abono mensual y el joven gambiano Singateh se limitó a pagar un billete de segunda, por lo que tuvo que abandonar el departamento. Después de que se marchó el revisor, Singateli volvió a meterse al departamento de primera, donde el ingeniero había plantado sus reales. Los dos viajeros se enzarzaron en una discusión por la ventanilla. Para alejar al africano, que olía a cerveza, Schubert abría la ventanilla, que Singateh procedía a cerrar de inmediato, porque en diciembre en Alemania suele hacer frío. Tras varios intentos de imponerse sin conseguirlo, Schubert sacó un cuchillo, que no asustó al gambiano, quien se lanzó con las manos por delante contra el ingeniero. Schubert apuñaló varias veces al africano, quien sólo pudo gritar: "¡Me está matando!".
Un testigo declaró: "Lo destripó como a un animal". Una sola puñalada del cuchillo de doble filo habría bastado para matar a Singateh, quien, atravesado 10 centímetros hasta quedar perforado el intestino delgado, murió desangrado dos horas más tarde en un hospital cercano. La policía constató al detener a Schubert que daba, la impresión de que la cosa no iba con él.
En una primera sentencia, en abril de 1995, el ingeniero salió absuelto del crimen. Consideró el tribunal que Singateh atacó a Schubert, y éste obró en legítima defensa. En la justificación del fallo, los jueces estiman, además, que el ingeniero actuó en defensa de su territorio. Algunas ventajas ha de tener el viajar en primera. Quizás influyó también en el ánimo de los jueces el hecho de que Singateh residiese de forma ilegal en Alemania, de donde ya había sido expulsado con anterioridad. No obstante, Sambu Singateh, hermano del fallecido, comentó con amargura: "En este país, si matas a un perro vas a la cárcel, pero si matas a una persona, no".
La sentencia escandalizó a algunos alemanes, colegas del ingeniero, que incluso realizaron una colecta para pagar un abogado y apelar contra el fallo absolutorio. El ingeniero agresor es una persona aficionada al deporte, sobre todo a la caza, y solía llevar consigo semejante cuchillo porque se sentía amenazado. En su trabajo consideran a Schubert un bicho raro. Un análisis psicológico constató que su personalidad muestra rasgos esquizoides y un deseo de mantener todo bajo control, sin dejar que nadie se meta en su vida. Ante el juez, Schubert declaró que sintió un miedo de muerte frente a Singateh, aunque no emitió ni un solo grito para pedir ayuda.
En segunda instancia, el tribunal considera que Schubert no actuó por racismo, sino por ira ante la conducta del joven negro, y le condenó a dos años de libertad condicional y medio millón de pesetas de donativo a la organización humanitaria. Schubert se considera inocente y ha recurrido contra la, sentencia. Al parecer, la pena le resulta todavía excesiva por matar a un negro alborotador.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.