Reflexiones sobre el Olivo italiano
Hasta ahora, las reflexiones que nos hacíamos tras observar la realidad política italiana se ceñían a la originalidad de la experiencia de "el Olivo" como una mayoría electoral que agrupa a fuerzas desde el centro hasta la izquierda. El último Congreso del PDS celebrado en Roma hace muy pocos días ha sido una buena ocasión para sacar unas primeras conclusiones, ahora ya de una experiencia de gobierno. O sea, además de debatir sobre cómo se construye y consolida una mayoría, ya se ha empezado a discutir cómo se están abordando los retos desde el mismo Gobierno. S e trata de un cambio cualitativo muy digno de tener en cuenta, pues los análisis ya no son de laboratorio ni de programas desde la oposición o de debates electorales, sino de experiencias precisas gubernamentales.Fijémonos que casi un año de Gobierno Prodi, en la medida que se va consolidando, es algo anómalo en la vida política italiana tras casi 50 años de mayoría inamovible basada en la vieja Democracia Cristiana y después en el pentapartito con una creciente distribución de favores e influencias.
El Gobierno del Olivo es la expresión de la primera experiencia de un partido poscomunista, el PDS, que logra en una democracia parlamentaria ser el núcleo central de una mayoría electoral que alcanza la responsabilidad de gobierno en un Estado. Y ello es así tras la caída del Este y sus demoledoras consecuencias para el dogmatismo comunista y para la izquierda en general, aprendiendo de las limitaciones de las experiencias de gobierno de la socialdemocracia, y en un contexto de creciente globalización e interdependencia que exige políticas supraestatales. Y éstas se manifiestan tanto en el esfuerzo italiano para estar en la Unión Europea como en la creciente interrelación del PDS con fuerzas de izquierdas de diversas tradiciones de todo el mundo.
La experiencia gubernamental es aún evidentemente corta, pero ya recoge indicios de política sustancialmente diferentes de anteriores Gobiernos o de Gobiernos de otras latitudes. Piénsese, por ejemplo, que por primera vez en decenios han aprobado los presupuestos del 96 y del 97 dialogando con los sindicatos, provocando en cambio la salida a la calle en manifestación de los sectores más poderosos del conservadurismo con Berlusconi al frente. Otros ejemplos serían:
-El tratamiento del esfuerzo para acceder a Europa. Compárese la diferencia con el Gobierno español: Aznar y Pujol aprueban que para cumplir con Europa se congele el salario de la función pública, se recorten las inversiones en infraestructuras y en educación, mientras se desfiscalizan las plusvalías del capital, reduciendo, por lo tanto' los ingresos públicos. El Gobierno italiano para cumplir con aquel mismo objetivo crea el impuesto Europa, que grava de forma progresiva, con exenciones para las capas más desfavorecidas, y con la corresponsabilización de los sindicatos.
- El recientemente conocido proyecto de ley sobre la emigración extranjera en Italia, que regula sus formas de integración en la sociedad italiana, con una filosofía radicalmente distinta de los elementos xenófobos de la ley Debré, ahora en discusión en Francia.
De todas formas, planeaba sobre el Congreso del PDS el interrogante sobre las reformas a emprender desde el Gobierno. El Olivo ha servido para llegar al Gobierno. Pero, en coherencia, debe servir también para ir avanzando en un conjunto de reformas que continúan evidenciando la diferencia cualitativa entre un proyecto progresista y un proyecto conservador. Los ejemplos anteriormente citados ya nos demuestran que sí importa "el color del gato cuando caza ratones", pero es evidente que se tiene que ir más allá en una tarea que combine gestión y transformación a través de un programa de reformas. Como se decía en las discusiones congresuales, las izquierdas han ganado y ahora deben, como tales izquierdas, reformar el Estado y reformar las relaciones económicas y sociales.
Las reformas del Estado, institucionales, son de fácil precisión, aunque de difícil cumplimiento. Están planteados hoy en Italia los temas del federalismo frente al aventurismo de Bossi en la Padania, de la designación por indicación popular del primer ministro, y de la regeneración democrática que supere la vieja cultura de la partitocracia y que emplace a las fuerzas políticas a responder' ante la Sociedad.
Son mucho más complejas e imprecisas, aunque no por ello menos acuciantes, las reformas que se deben emprender en las relaciones económicas y sociales. Y se debe hacer cuestionando las premisas del fundamentalismo neoliberal del pensamiento económico único. Como se plantea en la moción congresual, "no existe una relación automática entre crecimiento y bienestar social. La calidad social y ambiental del desarrollo -nuevo welfare y reconversión ecológica de la economía- son los campos en que habrán de medirse en el futuro la capacidad crítica, de innovación y reforma de la izquierda. Por lo tanto, nuestra meta es un desarrollo sostenible bajo el perfil social y medioambiental".
La situación de partida para la reforma del Estado de bienestar en Italia, como también sucede en España, queda seriamente condicionada por el enorme peso de la deuda pública y del pago de sus intereses, y por la baja tasa de inversión social, en términos comparativos con el resto de la Unión Europea, y su distribución tan desigual. La receta de la derecha ya es conocida (y aquí en España, suficientemente practicada): recortar, desregular, y privatizar. En este sentido, una de las últimas grandes batallas, ha sido el acuerdo sobre pensiones ante la fiebre privatizadora de las mismas. En España es tremendamente válida la afirmación que hacía Massimo d'Alema: por cada dos artículos o reflexiones de la derecha sobre pensiones, reclamamos como mínimo uno sobre el fraude fiscal. El PDS enfoca desde el Gobierno la transición del Estado de bienestar a la sociedad de bienestar, del fortalecimiento de las garantías sociales al impulso de la igualdad de oportunidades, ésta última, auténtico instrumento de reequilibrio social.
La complejidad de estas tareas revierte de nuevo al tema de la mayoría política y social que da, y debe continuar dando, apoyo al Gobierno. No es posible abordar aquellas tareas desde arriba, como un puro ejercicio de experimentación progresista, sin una constante labor de diálogo y corresponsabilización con las fuerzas sociales empezando por los sindicatos. Dos citas congresuales me sirven para ilustrar el problema. Acchille Occhetto advertía del peligro de un Gobierno del Olivo sin el Olivo. Y Sergio Cofferatti, dirigente máximo del sindicato CIGL, pedía al Gobierno que no cayese en manos de la. falsa innovación. El Congreso ha sido ciertamente de viva polémica y contrastación. También lo ha sido desde la singularidad y el respeto entre las diversas fuerzas políticas y sociales. El PDS se plantea reunir a todas las izquierdas progresistas en un mismo proyecto. Incluso reconociendo la diferencia entre dos izquierdas, dos formas de entender la izquierda, la antagonista de Rifondazione Comunista y la reformista del PDS, se diseña un solo y mismo horizonte político para todas las izquierdas: gobernar para transformar Italia.
Recordaba el mismo D'Alema la experiencia del socialista Craxi, el cual se había aliado con la derecha y había dividido a las izquierdas. El Olivo está sumando las fuerzas progresistas y de izquierdas, está gobernado, frente a la creciente división de las derechas. Razón de más para plantear con fuerza un nuevo impulso. Se trata de algo mucho más importante que una alianza electoral (la que permitió la victoria en las elecciones de abril de 1996 y el subsiguiente acceso al Gobierno). El PDS diseña la estrategia de un proyecto estable y plural. Culminada la transición iniciada por el clásico PCI, se quiere cerrar la misma yendo aún más lejos, pero con todas las otras fuerzas progresistas. Nada es reproducible en contextos diferentes, como es el español. Sí creo que hay lecciones a extraer de las anteriores reflexiones.
Las resumiría en la apelación a extender desde la izquierda la idea de volver a la Política. La derecha liberaliza, o sea, pone en manos privadas la gestión de temas y conflictos sociales. Las izquierdas deben sumar energías políticas y sociales para gobernar, y transformar, elevando progresiva miente el nivel de vida y avanzando hacia el reequilibrio social.
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