Al borde de una cruzada nacional
Los belgas están indignados y esta vez unidos, valones y flamencos. Renault se ha convertido en un símbolo de traición. Es una cuestión de honor. El enfado ha derivado en un movimiento de boicoteo que se extiende como mancha de aceite.Muchos compradores que habían apalabrado un Renault han anulado el acuerdo con los concesionarios. La asociación de distribuidores de la marca se apresuró ayer a "deplorar" el cierre de Vilvoorde.
"Este es mi último Renault", advierten muchos otros conductores mediante carteles en las lunas de su coche, para aclarar que lo compraron hace tiempo.
El ministro del Interior, Johan Vande Lanotte, ha ido más lejos. Ha pedido a las Administraciones públicas del país que tachen de la lista de suministradores la marca francesa a la ora de renovar sus otas. La ciudad de Lieja ha anunciado una iniciativa similar.
De momento, las instituciones europeas, de Bruselas se lavan las manos y afirman que las palabras del ministro "no constituyen una norma oficial belga" y, por lo tanto, no se puede abrir una investigación por presunta violacion de las normas de libre comercio.
Los trabajadores de la fábrica cuyo cierre ha desencadenado el conflicto tampoco están quietos. 900 obreros se desplazaron 200 kilómetros ayer en autobuses, desde las afueras de Bruselas a la fábrica de Renault en Douai, en el país de origen de la multinacional, donde trabajan 6.000 personas. Los indignados belgas tomaron al asalto la fábrica, en la que entraron tras derribar las vallas metálicas.
Con petos rojos, azules o verdes según el sindicato al que percenecen, irrumpieron en la factoria francesa para reclamar solidaridad. "El pan de nuestros hijos está en juego", gritaron. El viernes, los sindicatos han convocado una hora de paro en todos loscentros de Renault en Europa.
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