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Reportaje:EXCURSIONES: LA MATA DE LOS LADRONES

Ojo con 'El Tuerto'

Un robledal del valle del Lozoya evoca las correrías de un bandidosegoviano a finales del siglo XIX

En el siglo XIX, como no había televisión, se otorgaba con menos ligereza que ahora la fama (o la infamia) a determinados personajes y el tam-tam de la vox populi se encargaba de fijar sus nombres, para bien o para mal, en la memoria colectiva. Así, sin ir más lejos, en la sierra del Guadarrama ya nadie recuerda quién mató a John Lennon, pero quien más, quien menos todos han oído hablar de Juan Plaza, merodeador de los montes de Cueva Valiente; de Pablo Santos, bandolero de Manzanares; de Isidro El de Torrelodones, del mismo empleo, que fulminó en un trabucazo al antedicho en la cerca de los Huertos; de Paco El Sastre, y Mariano Balseiro, ebanista, secuaces de Luis Candelas; y, por supuesto, de El Tuerto de Pirón. No es mucho lo que sabemos de El Tuerto de Pirón. Podemos imaginarlo magro y pequeño, como es de ley entre serranos. Y debemos suponerle una mocedad pendenciera en Adrada de Pirón, en Villovela de Pirón o en cualquiera otra de las aldeas segovianas que llevan en el apellido el ímpetu de este río románico y trashumante: río que nace en el pico Negro, a tiro de honda de Malagosto, donde acaso nuestro héroe se ganó el mote (o perdió un ojo, según se mire) asaltando a los duros y valerosos arrieros que fatigaban el puerto camino de Rascafría. De eso hace ahora cien años.

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En Rascafría, precisamente, es fama que El Tuerto se colaba de noche en el tronco hueco de la anciana olma -cegado hogaño con piedras y cemento- y espiaba desde gran mañana las conversaciones de los vecinos que, recostados en los escaños concéntricos, suministraban sin querer a la comadreja soplos de primera mano para ejecutar sus rapiñas. Bandido emprendedor, El Tuerto pronto extendió sus correrías hasta la Villa y Corte, donde capturaba pájaros gordos y se los llevaba secuestrados a la sierra en espera del rescate. A su escondrijo predilecto -un rebollar del valle del Lozoya, sito entre Pinilla y Canencia- le llamaron la Mata de los Ladrones. En Pinilla del Valle, donde principia esta marcha hacia la guarida de El Tuerto, el excursionista habrá de salvar la cola del embalse por un feo puente de hormigón y, en la bifurcación que al otro lado se le presente, optar por el camino de Navalmaíllo, que es el que tira monte arriba dejando a mano izquierda un restaurante de temporada. La ruta se Ciñe en todo momento a la pista principal y, salvo un desvio que aparece nada más pasar una barrera de acceso selectivo de vehículos -en el que habrá que elegir el ramal ascendente-, nada distraerá al caminante del sereno gozo de saberse rodeado por uno de los bosques más generosos y venerables de la región.

Pues el excursionista no ha de ignorar que estas matas de roble rebollo (o melojo) alimentaron en tiempos la próspera industria del carbón vegetal. En 1940, aún había en el valle 10 cuadrillas, cada una con una treintena de hornos en los que se fabricaba entre 300 y 500 arrobas (1 arroba = 11,5 kilogramos); siete de leña eran precisas para obtener una de carbón. A las órdenes de un mayoral, los ocho o diez fabriqueros que integraban cada cuadrilla trabajaban sin parar durante los seis meses de campaña, durmiendo juntos en una mísera choza sobre un lecho de hojas secas de rebollo y comiendo sólo garbanzos, manteca y pan (no había sindicatos, claro).

Un corto trecho separa el final de la pista del collado del Portachuelo (1.548 metros), al que habrá que trepar por entre prados y abrevaderos para, después de atravesar una alambrada por una portilla, recorrer hacia el norte el espinazo de esta serrezuela. Un kilómetro y medio, y se alcanzará la linde de la Mata de los Ladrones: aquí cabe seguir la pista forestal que baja a la derecha hacia Canencia, o subir al vértice geodésico de la Cachiporrilla (1.620 metros) y avizorar el embalse de Pinilla, todos los pueblos del valle y todos los montes Carpetanos, desde Peñalara hasta Somosierra. Casi mejor avizorar, como hacía con su único ojo El Tuerto de Pirón.

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