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FUTBOL: 26ª JORNADA DE LIGA

El Madrid se da una fiesta

El equipo de Capello realizó el mejor partido de la temporada frente a un triste Oviedo

Santiago Segurola

Encabezado por Redondo y la santa trinidad -Raúl, Mijatovic y Suker-, el Madrid aplastó al Oviedo con una avalancha de goles y juego grande, lleno de determinación y lujo. Por una vez, el equipo funcionó a la altura de la categoría de sus estrellas, una colección. que empieza por Hierro, nuevamente imperial, y termina en Suker, autor de tres goles en una tarde que fue celebrada con entusiasmo por la hinchada. La gente salió feliz, más feliz por el excelente juego de su equipo que por lo s goles. Había necesidad en Chamartín de un fútbol intrépido e ingenioso, la clase de juego que el Madrid ha racionado con demasiada avaricia durante la temporada. Esta vez su partido fue irreprochable, en la misma medida que se puede reprochar todo al Oviedo, preso de una tristeza infinita de una alarmante carencia de fundamento.Nada se escapó al buen juicio del Madrid, que jugó con autoridad en todos los aspectos y en todas las circunstancias. Aprovechó su arranque arrollador para marcar el primer gol y dejar al Oviedo en un estado de confusión. La inmediata expulsión de Abel Xavier fue un golpe irremediable para un equipo que decepcionó por su falta de coraje y por la languidez de su juego. Confundió el fútbol civilizado con el entreguismo al rival. En realidad, tampoco se puede hablar de juego académico, sino de un pastiche insufrible, con varios jugadores que se borraron sin escrúpulos del partido. Paulo Bento hizo mutis, Onopko jugó con una tristeza bien eslava, Stojkovski fue, un filón para el ataque madridista y César confirmó sus deficiencias y su inmadurez. Apenas Gamboa se atrevió a taponar los incontables desperfectos que se produjeron en la defensa del Oviedo.

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Una victoria terapéutica

El Madrid se dio una fiesta durante todo el partido. Su autoridad resultó incuestionable, incluso en los momentos que podían invitar al desasosiego. Después de marcar el primer gol y de llevarse por delante al Oviedo, Mijatovic y Suker perdieron varias ocasiones frente a Mora, que durante el primer tiempo se empleó con rapidez y reflejos en los remates y en las salidas. La expulsión de García Calvo, una decisión que habla de la incompetencia del árbitro, no supuso una ruptura en el desarrollo del partido. En aquella fase, al Madrid sólo. le faltaba su habitual contundencia frente al gol. En el Oviedo, la contundencia era imposible, porque jugaba desafilado, con un estilo mustio. Sólo logró conectar con la pelota y con el partido durante un breve intervalo del primer tiempo, pero nadie se animo a buscar la portería.

Sólo desde la decaída actuación del Oviedo y desde el vigor del Madrid, se puede explicar el torbellino local. Los dos equipos estaban con diez jugadores, el Madrid tenía que manejar con ventaja corta y cabía la posibilidad de un partido apretado. Por eso resulta más negligente la actitud abandonista del Oviedo, que se quitó del asunto sin disimulo, como si el partido, el prestigio y el orgullo no importara a sus jugadores. Todo lo contrario que el Madrid, cuyo disourso fue magnífico. Funcionó con precisión- rapidez y talento en todas las. líneas, En la defensa, la expulsión de García Calvo no alteró nada. El Madrid jugó con tres defensas, dirigidos por Hierro, que siempre parece el chico de Preu contra los de tercero bachiller.

En la media hubo una actividad incesante (le Seedorf y Amavisca, pero el héroe fue Redondo. Curioso mundo el del fútbol y sus aledaños: la pasada temporada, en el tercer partido de Liga, precisamente frente al Oviedo, Redondo fue masacrado por la hinchada, que decidió cargarse al centrocampista argentino y cepillarse al equipo. El Madrid no levantó cabeza después de aquel acto injustificado de, autodestrucción que promovió la afición de Chamartín. Un año después, Redondo está libre de la ojerizas, puede jugar tranquilo y ofrecer actuaciones tan destacadas como ésta frente al Oviedo.

El resto corrió a cargo de Mijatovic, Suker o Raúl, en el orden que se quiera.

En algunos momentos, la gente se echó contra Suker, que falló dos mano a mano con el portero, pero su contundente respuesta en el segundo tiempo silenció a los críticos. Marcó tres goles, realizó algunas jugadas de gran mérito y salió del partido entre ovaciones. Antes de que Suker diera el finiquito al partido, Mijatovic había protagonizado los mejores momentos del Madrid. De nuevo apareció el delantero brillante, capaz de generar una sensación constante de amenaza y de gol. Y Raúl, que comenzó el partido en un tono difuso., se metió de lleno en el segundo tiempo y resultó imparable para los defensores. del Oviedo, o lo que fueran.

El excelente juego del Madrid se concretó en los goles, algunos de gran diseño, como el segundo, un producto de la sabiduría en los controles. El gol, por bueno, resumió la mejor del Madrid. A su ejercicio, lleno de poder y juego, nada pudo oponer el Oviedo.

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