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FÚTBOL 24ª JORNADA DE LIGA

Transformación inútil

El Depor recupera el buen juego, pero es incapaz de marcar ante un pobre Atlético

Xosé Hermida

Es una ecuación de perogrullo: los partidos los deciden los goles, los goles los marcan los delanteros y si no tienes delanteros, no ganas. Eso justamente fue lo que le ocurrió anoche al Deportivo en su exilio de San Lázaro. De poco sirvió el proceso de metamorfosis que esbozó el equipo la primera parte, liberado de la aprensión que le embargaba durante la larga agonía del anterior entrenador. Con Carlos Alberto Silva supervisando las operaciones desde la grada, el Deportivo recuperó el estilo y la fe, pero en la fase inicial se hartó a fallar ante Molina y eso le entristeció sin remedio para el resto del partido: el Atlético se tomó vacaciones. Fue un equipo sin horizonte, incapaz de atrapar el balón, que en muchos momentos pareció incluso carne de goleada.En el sistema y en los hombres, Silva apenas se separó del librillo de Toshack. La transformación tuvo más que ver con la actitud de los futbolistas y con otros conceptos del juego, como la presión y el agrupamiento de las líneas. Por ahí, el Deportivo compareció revolucionado. Abandonó esa actitud acomodaticia y mercenaria de la que se había contagiado últimamente para agarrar el partido por los cuernos y recluir a su rival en campo propio. Fue curioso lo que le ocurrió al Atlético. Su defensa se estiró siempre hasta el círculo central pero ni así logró empujar al Depor hasta la otra trinchera. Un breve repaso cronológico de la primera parte ofrece un balance deprimente para el Atlético: tardó siete minutos en rebasar el medio campo, 20 en pisar el área adversaria, 27 en obligar a intervenir a Songo'O con un inofensivo balón aéreo y 47 en tirar a puerta.

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En realidad, el Atlético no existió más que como un grupo de hombres que entorpecía pobremente las acciones del Deportivo. El centro del campo fue territorio bajo control exclusivo de Flavio y Mauro, una pareja que promete. Ni Caminero ni Pantic ni Kiko pudieron bajar de su pedestal a los dos bulldozers brasileños. Los futbolistas determinantes del Atlético quedaron condenados a vagar persiguiendo las escurridizas sombras del rival.

El Deportivo jugó bien, incluso muy bien por momentos, pero adoleció de una carencia gravísima, en absoluto achacable a Silva, sino a quien quiera que fuese el que diseñó esta plantilla. Ayer faltaban los pocos delanteros que hay y aunque Silva formó un equipo razonable con lo que podía disponer, sus intenciones se derritieron en la bocana del área. Simplemente con uno de esos tipos que llevan el gol en la sangre, este Deportivo de ébano y samba no tendría nada que envidiar a Madrid y Barcelona. Pero esa carencia produce un desequilibrio tan grande que jugadores que cumplen muy bien otras funciones se sienten abrumados ante la responsabilidad de marcar. De otro modo no puede explicarse que Fran y Manjarín fallasen en el mano a mano ante Molina, en dos acciones en las que el Deportivo había sabido aprovecharse muy bien de los riesgos que corría el Atlético con su apuesta por el achique.

El partido se hiberno; tras el descanso. Entró Simeone y proporcionó algo más de presencia al centro del campo atlético. Los rojiblancos siguieron sin inquietar al adversario, pero al menos pudieron aguantarle la mirada. El Deportivo dio la impresión de haberse diluido con las ocasiones malogradas y de sufrir cierto bajón físico. El balón quedó emparedado en zona de nadie; el fútbol se volvió decididamente aburrido. Al ver al adversario descompuesto, el Atlético se aventuró algo más por tierra ajena en los últimos minutos, pero sin convicción.

El Deportivo no ha logrado salir del hoyo pero la gente se volvió a La Coruña menos deprimida. Su equipo logró devolverles por momentos la ilusión.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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