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Tribuna
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Ronaldo busca al padre

Juan Cruz

Fuera del campo, Ronaldo camina enfadado. Al menos caminaba enfadado uno de estos días, 24 horas antes del encuentro que disputó contra el Real Madrid y que él mismo resolvió con la ayuda de su proveedor de camisetas madridistas, su amigo Roberto Carlos. Cabizbajo, aquel Ronaldo de civil caminaba aprisa por la rampa exterior de la terminal del puente aéreo del aeropuerto de Barcelona; cuando le vimos, él levantó esa mirada desconfiada, y educadamente distante, con la que mira a los que ahora buscan sus piernas como oscurísimo objeto del deseo de revancha, y respondió así cuando le empezamos a explicar la pasión que a uno le lleva a pedir un autógrafo a un crack:-Déme un papel.

-Es para un niño, se llama Martinho y le admira.

-Déme un papel.

Paul Auster cuenta que siempre va con bolígrafo y se hizo escritor así, porque una vez, cuando tenía ocho años, no fue capaz de encontrar en el perímetro razonable de un campo de béisbol a nadie que le prestara un lápiz para que le firmara un autógrafo el as de aquel tiempo. Lloró hasta el regreso a casa y tomó esa determinación: siempre hay que ir con bolígrafo. Eso le hizo escritor.

¿Y el papel?, repetía Ronaldo. Finalmente apareció el papel, y el astro enfurruñado garabateó con la elegancia de los regates y una firma bien legible. Sólo su firma. ¿Y la dedicatoria? ¿Y Martinho? ¿Por qué no pone "para Martinho"? El astro ya no miraba al aficionado, sino que estaba fijo, como una piedra, en la faz del guardia civil que se le acercaba.

-¿Y mi padre?, le preguntó Ronaldo. ¿Dónde está mi padre?

El guardia titubeó como ante los jefes, miró al aire y perdió su mano diestra por los vericuetos de la indecisión.

-No sé. Yo lo mandé para la otra terminal.

-Pero, ¿cómo? ¿Cómo ha extraviado usted así a mi padre?

Solo, desolado, el astro que había firmado con la rapidez de los soldados el papel de la dedicatoria miró al suelo maldiciendo y se fue enseguida, corriendo, en busca del padre que venía de viaje. Después vi al astro también enfadado en el campo, pero ya había encontrado la ruta del padre y, con la ayuda inversa de Roberto Carlos, la boca del gol, la madre de todos los futbolistas.

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