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Expertos de la UE proponen que se anticipe la criba de países para llegar a la unión monetaria

Xavier Vidal-Folch

La polémica monetaria de la pasada semana vuelve a poner sobre el tapete el procedimiento por fascículos y el gradualismo previstos para la introducción de la moneda única. Han aparecido las preocupantes cifras de paro alemán: medio millón de parados más en enero. Y se han multiplicado los dardos lanzados por los superortodoxos del Bundesbank contra el acceso de los países del Sur al grupo de vanguardia. Ambos fenómenos han provocado que una minoría de expertos reintroduzca en el debate la tesis de un mini big-bang, que adelante la decisión de la criba de monedas para el alumbramiento del euro.

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, Enero-febrero es un oscuro bimestre para la unión monetaria. El año pasado, la superposición de la mal digerida revuelta social francesa con la evidencia del decrecimiento del PIB alemán a final de 1995 hizo temblar el proyecto. Al final, no hubo nada: la economía europea se recuperó en 1996, prosiguió la convergencia y hasta se acordó el durísimo Pacto de Estabilidad.Pero la actual conjunción astral entre el desempleo alemán y la pelea Norte-Sur esconde peores augurios. El disparo del paro, al detraer ingresos y aumentar gastos en desempleo, dificulta a Alemania, como reconoció el viernes el canciller Helmut Kohl, para cumplir con el techo de déficit (3% del PIB) en 1997, algo que institutos y sabios ya ponían en duda antes.

La pelea Norte-Sur tiene difícil remedio. "Ya es hora de acabar con esto", declaraba ayer a este diario el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker. Pero es difícil, porque los Gobiernos siguen a sus opiniones públicas de fondo. Las de los países ricos están empeñadas en defender sus ahorros mediante un euro fuerte y no contaminado por divisas débiles de países endeudados, lo que en el caso de Alemania se agrava porque, carente de himnos, historia presentable o monarquía, la moneda es el símbolo de la nación. Las de los pobres se revolverían si se les rechazase el acceso en vanguardia al euro, porque los sacrificios presupuestarios se han justificado en él.

"El tren pasa sólo una vez", ha declarado el presidente de la Comisión, Jacques Santer, urgiendo a cumplir el calendario del lanzamiento de la moneda única el 1 de enero de 1999, so pena de una "grave crisis política de la Unión". Algo cierto, para los Quince. Pero ¿pasará el tren dos veces para los mediterráneos? ¿Darían los italianos, españoles y portugueses, de quedar excluidos, una segunda oportunidad a sus Gobiernos? ¿Dónde quedarán Romano Prodi, José María Aznar y Antonio Guterres en la primavera de 1998, si no han incorporado a sus países al euro?.

Eliminar especulaciones

Bruselas confía en que estos episodios sean una efímera tormenta política. Que 1997 profundice la convergencia y la ejecución de los presupuestos "se vaya ajustando a lo previsto, lo que eliminará las especulaciones", según un alto cargo de la Comisión. Y que los líderes, en el Consejo Europeo de primavera de 1998 -seguramente a final de marzo- lleguen a realizar tranquilamente la criba de los países aptos, tras los preceptivos informes del IME y de la Comisión; el dictamen del Parlamento Europeo; y la propuesta del Ecofin. Oficialmente, pues, se descarta todo cambio en el proceso.

Pero si los episodios de los últimos días se repiten; si los versátiles mercados -que pese a las recientes polémicas han revalidado su encantamiento por una unión monetaria amplia y siguen apostando por el acceso de los sudistas al grupo de cabeza- cambiasen de parecer; si la locomotora alemana siguiese renqueando, nadie puede excluir nuevas tormentas, ésta vez monetarias. Las de la primavera de 1995 "costaron a Europa dos puntos de crecimiento y 1,5 millones de empleos", según el comisario de Asuntos Monetarios, Yves-Thibault de Silguy.

Un escenario de turbulencias monetarias y de estancamiento de la convergencia en Alemania pondría en cuestión, bien el proyecto en su conjunto, bien el plácido progreso previsto hasta marzo del año próximo, y luego hasta el verano del año 2002, con la sustitución de billetes nacionales por europeos.

Por eso, una minoría de expertos vuelve ahora a discutir, oficiosamente y entre bambalinas, sobre la eventual necesidad de un big-bang, una fuga hacia adelante, un zapatazo en la mesa, para adelantar la decisión de marzo de 1998 al último trimestre de este año, aunque empezando siempre la unión monetaria en 1999.

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