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Reportaje:

Ahorcado cuando era inocente

Una investigación policial revela la injusta ejecución de James Hanratty en el Reino Unido

Cumplir la última voluntad de James Hanratty, ejecutado el 4 de abril de 1962 en una prisión británica, se convirtió en una obsesión para su familia. "Soy inocente. Limpiad mi nombre", había dicho horas antes de morir el joven de 25 años condenado por el asesinato a sangre fría de un investigador y la violación de su amante, que quedó paralítica como consecuencia de las heridas de bala recibidas. El asesinato horrorizó a la opinión pública británica, que suspiró aliviada cuando el supuesto culpable fue colgado. Sin embargo, Hanratty nunca se cansó de proclamar su inocencia y su causa fue defendida con tenacidad por sus padres, sus tres hermanos y sus abogados.Treinta y cinco años después, una investigación policial desarrollada a instancias del pequeño grupo de defensores de Hanratty acaba de establecer su inocencia. El siguiente paso será la revisión del caso en el tribunal de apelación.

Pero las buenas noticias llegan tarde para la mayoría de los protagonistas de la historia. James Hanratty, el ladrón de coches de 25 años que pagó con su vida por un delito ajeno, fue uno de los últimos tres condenados en sufrir los rigores de la legislación penal británica, que en 1965 abolió la pena de muerte. Su padre, James, infatigable defensor de la inocencia del joven, falleció hace 20 años, y su madre, Mary, afectada por la enfermedad de Alzheimer, no se encuentra en las mejores condiciones para saborear la victoria.

Las pruebas contra Hanratty eran endebles, pero el jurado concluyó su culpabilidad en nueve horas y media, y fueron pocos los que osaron dudar de la infalibilidad del sistema. El pueblo británico no estaba acostumbrado aún a asesinatos tan arbitrarios y atroces como el cometido la noche del 22 de agosto de 1961 en una autopista (la A-6) cerca de la localidad de Bedford, al norte de Londres. Michael Gregstein, investigador científico de 36 años, y su amante y ayudante en los laboratorios, Valerie Storie, de 22 años, fueron las víctimas.

Como muchas otras veces, los amantes ocupaban el coche Morris Mini de Gregstein, aparcado en un campo de maíz de Maidenhead, en Berkshire, cuando un golpe fuerte en la ventanilla les sobresaltó. Un hombre bien vestido que empuñaba un revólver ordenó a Michael Gregstein que pusiera el vehículo en marcha. Gregstein obedeció. Víctimas y verdugo recorrieron juntos más de cien kilómetros, hasta que en un punto de la A-6, cerca de Bedford, en un lugar conocido como la colina del Hombre Muerto, el desconocido ordenó a Gregstein detener el coche y le disparó a bocajarro dos tiros en la cabeza. Tras violar a la aterrada Valerie, descargó la pistola sobre ella, que quedó paralítica como consecuencia de las heridas.

Valerie Storie apenas vio el rostro de su verdugo, iluminado un instante por los faros de un coche que pasó junto a ellos aquella larga noche de pesadilla. Sin embargo, su identificación de James Hanratty como el asesino fue la prueba esencial para condenarle.

Las circunstancias de la detención de Hanratty, un delincuente menor que robaba coches en las ciudades, no están exentas de misterio. Janet Gregstein, esposa del investi gador asesinado, tropezó con el joven en una calle de la ciudad turística de Blackpool. Janet atribuyó a "un golpe de intuición" su percepción inmediata de la culpabilidad de Hanratty, que fue detenido días después. Más tarde, Valerie Storie reconoció, no sin vacilaciones, al asesino en la persona de Hanratty. Pero el acusado tenía una coartada. La noche del crimen la había pasado en un pequeño hotel en Rhyl, al norte de Gales, pero ningún testigo se presentó a la policía para confirmar haberle visto. Años después -entre 1966 y 1971- 14 personas declararon haberle visto en aquel hotelito, a casi quinientos kilómetros de la escena del asesinato.

Demasiado tarde. Después de su ajusticiamiento, periodistas e investigadores criminales empezaban a hurgar en un caso lleno de cabos sueltos, forzando la puesta en marcha de una investigación policial que ha demostrado ahora la inocencia de Hanratty.

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