_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Medinaceli

La iglesia estaba atestada de gente y había una larga cola para subir al camarín. Estuve hablando con una señora que, como yo, quería ver la imagen de Jesús de Medinaceli después de restaurada. Llevaba, además, las tres peticiones que hay que hacerle a la imagen de mayor devoción de Madrid para que conceda una. Esto de darle al Señor tres posibilidades para que. elija me parece una fineza de la cortesía capitalina.La señora, que dljo llamarse Humildad, me aseguró: "Yo soy católica", pero añadió en tono de confidencia: "Bueno, unas cosas me las creo y otras no". Creía en Jesús de Medinaceli, como buena madrileña. Vimos la imagen desde la reja que cierra el camarín. No era viernes y no había besapiés. La imagen es una buena talla de cuerpo entero, aunque vestida con túnica granate con bordados dorados. Lleva una melena, que parece de pelo natural, ceñida con corona de espinas de oro, que la afea un poco. Según los señores García Gutiérrez y Martínez Carbajo, autores del libro Iglesias de Madrid, es obra de un imaginero sevillano, quizá Francisco de. Ocampo o, más probablemente, Luis de la Peña. Tiene una historia viajera o, casi, aventurera. Estuvo en África y fue capturada por los musulmanes, los cuales pidieron por ella su peso en oro. Un trinitario la rescató, pero no por ese precio, sino que la balanza se equlibró con treinta monedas de plata, un milagro que evoca la traición de Judas. De vuelta a España, el duque de Medinaceli la tomó bajo su protección y la mandó poner en el convento de los trinitarios, sobre cuyo solar se construyó, ya en los años veinte de nuestro siglo, la iglesia en la que se venera.

Poco antes de la guerra civil fue llevada al Prado y luego se la trasladó a Ginebra. Regresó a Madrid con toda pompa en 1939, en una jornada que fue apoteosis del nacionalcatolicismo. Por la concurrencia que vemos ahora, se ve que esta devoción no sigue pautas políticas. En Semana Santa, Jesús sale a la calle, y esto se interpreta como la devolución de la visita que la imagen quiere hacer a los madrileños por las muchas que ellos le hacen durante el año.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_