El Espanyol empata en Mestalla

El partido estaba en el saco local. El Valencia lo controlaba sin mayores agobios. Después de lo que había costada derribar la tupida defensa espanyolista, se trataba de controlar la pelota. Pero se le escapó una vez y fue suficiente para que Benítez se marchara como un rayo hasta la línea de fondo, la sirviera fresquita hacia atrás y Luis Cembrano, el mejor jugador visitante, la mandara suave a las redes. Efectivamente, como había adelantado Valdano, el Espanyol no necesitaba el balón para matarte.Y eso que el Valencia abordó el partido por donde debía: se apoderó del cuero y lo paseó por la derecha, por la izquierda y por el centro. Sin éxito. La armadura del Espanyol era demasiado recia. Toc, toc, ni una grieta. Su dominio del juego aéreo fue absoluto.. Y además al Espanyol no le interesaba el cuero. ¿Para qué? Si se trataba de un equipo más peligroso sin el balón que con él. De manera que Lardín y Luis Cembranos, los más atrevidos de los pericos, esperaban su oportunidad con el cuchillo en los dientes. El mismo que recogió Benítez para cazar un punto rumbo a Barcelona.

Con todo, el Valencia se empleó con entusiasmo a las órdenes de un chaval de 18 anos, Farinós, que en su puesta de largo demostró sobre todo descaro en el centro del campo. Se ofreció siempre a sus compañeros, se desmarcó con gran facilidad e incluso tuvo a tiro a Raúl, pero el disparo se le marchó desviado. También erró en algunos pases, pero en escaso margen si se calcula el gran número de intervenciones. Al final, la hinchada le tributó una calurosa ovación. El Valencia ha devenido un equipo muy aseado, con muy buenas intenciones, pero sin las dosis de claridad o contundencia para estar entre los grandes de la Liga. El estadio de Mestalla, que hasta esos instantes asistía escéptico al choque, se puso de golpe de parte de los suyos, a los que vio marginados por las decisiones arbitrales. Lo aprovechó, aunque no de manera instantánea, sino en un ramalazo de Leandro. Hasta que apareció Benítez.