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Reportaje:

Max Clifford, martillo de los 'tories'

El hombre que hizo famosa a Bienvenida Pérez y 'vendió' el embarazo de octillizos amenaza al Partido Conservador británico

Nadie le hubiera tomado por un defensor de los principios morales. Durante años, desde que abandonó su puesto en el departamento de relaciones públicas de la casa discográfica EMI para fundar su propia empresa, el nombre de Max Clifford ha desprendido siempre un olor a podrido en el Reino Unido. Detrás de las más sensacionales historias de cama -la de la actriz Antonía de Sancha y el ex ministro con servador británico David Mellor; la de la española Bienvenida Pérez y el jefe del Estado Mayor del Ejército, Peter Harding-, dadas a conocer a toda plana en los tabloides, estaba Max Clifford. Los británicos leían ávidamente las confesiones de unos y otros, pero la tarea de Clifford nunca mereció mucho respeto. Ahora resulta, sin embargo, que el hombre que ha amasado una fortuna empaquetando basura informativa para alimentar a la prensa amarilla -e indirecta mente a la blanca- se define a sí mismo como una especie de cruzado moral contra el Partido Conservador, el "partido hipócrita de los valores familiares". Hasta ahora, todo el' que tenía un material consistente para vender, desde una supuesta relación de cama con un diputado -como Paul Stoné, antiguo ayudante del par lamentario tory Jerry Hayes- hasta una gestación de octillizos en marcha -caso de Mandy Allwood-, se dirigía inmediatamente a la oficina de relaciones públicas de Max Clifford, en Bond Street, y salía convertido en famoso y millonario. La impresionante red de contactos y la habilidad profesional de Clifford ponían enseguida en circulación el tema. Hace dos semanas, sin embargo, este oficio celestinesco -y admirablemente remunerado- ascendió a la categoría de denuncia política. Clifford reconoció públicamente que odia a los conservadores, el partido que defiende la familia "mientras sus diputados se acuestan con quien pillan". Pero no era la catadura moral de los tories la razón de su odio, sino la "destrucción" del Servicio Nacional de Salud perpetrada a lo largo de casi 18 años de poder conservador."Nunca me ha interesado la política", declaraba Clifford recientemente en The Sunday Times, "pero cuando mi hija se puso enferma hace 17 años comprobé en mi carne lo que los tories han hecho con el National Health Service (NHS)". Y así se supo toda la verdad sobre este hombre de 53 años, casado desde hace 28 y padre de una hija, Louise, de 24 años, que padece una artritis reumática. Cerca de 17 años recorriendo hospitales públicos han llevado a Clifford a colocarse el yelmo de Don Quijote dispuesto a arremeter contra el establishment en general y el Gobierno conservador en particular. "Son arrogantes y se creen por encima de la ley", dice el temible relaciones públicas, que amenaza con soltar dos nuevas bombas informativas antes de que el primer ministro, John Major, convoque las elecciones generales. Para él, convertido en un nuevo Robespierre, el papel dé la guillotina moderna lo interpretan a la perfección los tabloides. La tensión entre el relaciones públicas justiciero y los tories se ha eleva do tanto que la semana pasada Clifford-Robespierre atacó a un diputado conservador invitado como él a un mafioso programa matinal de debate.. El altercado no llegó a más, pero otra invitada en. el. estudio, Annabel Heseltine, hija del viceprimer ministro, Michael Heseltine, resultó ligeramente contusionada. Nunca se había visto tanto revuelo en un plató de la BBC. Lo que nadie acaba de entender es por qué escogió Clifford-Robespierre a un personaje menor como el díputado Jerry Hayes para destapar su cruzada anti-tory. "Es cierto que no es un tipo poderoso", ha confesado, "pero me interesé en su caso porque, siendo vicepresidente del Comité de los Comunes para el sida, no practicaba un sexo seguro. No usaba protección". El auténtico Robespierre, por cierto, acabó fatal.

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