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Hacia la planta baja

Será sobre las tres cuando Manolo y Pilar dejan caer sus bolsas de cualquier manera sobre el suelo y se arrojan al fin en los asientos de la mesa 9 de la cafetería Puerto Banús, en la cima de unos grandes almacenes. No han tenido fuerzas para volver a casa y han, decidido reponerlas con el plato combinado 7, que les sirven en una mesa calculada para una persona y que atacan como si fuese para cinco. Se quedan con hambre. Pero visto que, con el pan el vino y el café, el tentempié les sale por casi 4.000, se aguantan las ganas de volver a hacer cola en el autoservicio y se consuelan mirando los platos que comienzan a comer otros supervivientes de las rebajas y que les parecen más grandes: más grandes los platos y también los supervivientes.El mundo ha cambiado mucho en pocas horas. Esta mañana Manolo saltó de la cama antes que Pilar, pletóricó de energía ante la perspectiva de hacerse con un compacto en el que se ha ahorrado 15.000 y unos faros antiniebla y antiatasco y unos dispositivos antipolvo del desierto en los que se ha ahorrado otras 15.000 (aparte de lo que se ahorrará en accidentes). 30.000 en suma, que ha invertido en un par de discos, una nueva pluma que han sacado igual a la que él usaba de chico en el colegio (se ha comprado tres, por si vuelven a dejar de hacerlas), guantes forrados de piel para cuando la ola de frío siberiano ataque de nuevo, zapatos con piel de cordero por dentro, katiuskas para las inundaciones, un gorro de lana, una calculadora nueva, pues la otra ya no tiene pilas y están de oferta, y de paso un ajedrez electrónico que se deja ganar en el nivel cuatro: total, unas 190.000 que antes de fin de año hubieran sido casi un cuarto de kilo.

Manolo se ha ahorrado, pues ' unas 50.000, un poco menos que Pilar. Al comprarse un abrigo de piel (sintética, por supuesto) y una batería de cocina de 48 cacharros antiadherentes, musicales y de diferentes colores -además de toallas amorosas, las nuevas sábanas que se remeten solas y otros adelantos para la cocina-, Pilar se ha ahorrado cerca de 20.000 duros.

Manolo y Pilar sienten, pues, la metafísica satisfacción de quien se ha encontrado 140.000 pesetas en la calle sin posibilidad de devolverlas (la zona de tránsito de un aeropuerto, por ejemplo), cuando llega la hora de María Teresa en la tele y están agotados: la simple perspectiva de bajar las cinco plantas de los grandes almacenes se les antoja como cruzar la playa de Benidorm el 31 de julio a mediodía. Pero en la playa al menos hace sol y hay gente cachas, en tanto que esta tarde los buscadores del chollo parecen tres veces más grandes, tal vez porque van cargados de paquetes o quizá porque van vestidos con abrigos de piel: sintética, por supuesto; pero no por ecología, sino por falta de presupuesto.

Serán las 16.45 cuando Manolo y Pilar emprendan la travesía de vuelta hacia su casa, sin saber, que en la planta cuarta les esperan unos manteles italianos que mantienen la comida caliente y propician una siesta feliz; en la tercera están los mocasines que usa Robert Redford a sólo 39.500; en la segunda se encontrarán con Josefa, y a través de ella con la información de que en la quinta (que habían conseguido atravesar indemnes) quedan los últimos apoyaban dejas de bronce para no quemar los manteles italianos, y en la primera -tras otros obstáculos menores- están por fin los teleobjetivos fotográficos que se autorregulan, autoenfocan, autoencuadran y hasta proponen modelos re cortados contra el crepúsculo para el caso de los fotógrafos demasiado solitarios.

Pero hasta ahí, caro y todo, es algo razonable. Lo que no lo resulta tanto es que, tras pagar 2.386 pesetas de aparcamiento (el precio de un jersey de señora en la sección de megaoportunidades), el atasco de regreso a casa dure dos horas y media y al llegar estén esperando, precisamente hoy y no ayer, una cuenta del dentista y otra multa de tráfico en carretera. Y por el equivalente de las compras. "¡S ésa no es mala leche, entonces qué es!", exclama Manolo que todavía no ha entrado al cuarto de baño y no se ha dado cuenta de que para hacer pis tendrá que subirse a un taburete.

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