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Un muro de 30 metros dividirá Hebrón

Ornamentos metálicos, faroles y flores intentarán disimular la barrera que separará a judios y palestinos

El primer gran experimento de coexistencia pacífica forzada entre judíos y palestinos separados por siglos de hostilidad comenzó ayer bajo una fuerte lluvia que paralizó a gran parte de Hebrón. Aunque la orden final para el repliegue parcial del Ejército israelí que controla la populosa ciudad cisjordana desde hace 30 años todavía no había sido dada, era evidente que los soldados ya se han embarcado en su largamente esperada marcha atrás.Confinados en sus casas por el temporal, centenares de palestinos se apiñaron a mediodía en sus ventanales para ver la partida de un convoy de siete camiones del Ejército israelí cargados de equipos, catres de campaña, y varias torres metálicas de centinelas. "No sé si estar feliz o llorar porque no se llevan a los colonos", dijo Daud Atrache, un panadero palestino que tiritaba de frío en el umbral de su modesto negocio céntrico.

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Los símbolos de, tres décadas de ocupación comenzaron a desaparecer al mismo ritmo con que nuevos elementos se incorporaban al paisaje urbano. Vehículos todoterreno y avanzadillas discretas de la policía palestina, el cuerpo de 400 hombres que tomará el control del 80% de la ciudad de Hebrón, en virtud de los acuerdos patrocinados por los Estados Unidos y finalmente aprobados en la madrugada del miércoles por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente palestino, Yasir Arafat.

Una bandera israelí que ondeaba sobre una torre a la entrada de Hebrón fue bajada sin pompa en horas de la mañana al mismo tiempo en que grupos de -Palestinos colocaban retratos de Yasir Arafat en el camino hacia el centro de la ciudad, donde muchos de los 400 colonos judíos contemplaban las maniobras con rostro sombrío. Uno de ellos, Moshe Ben Zimra, masculló: "Triste es el día que el Gobierno de Israel toma una decisión como esta. Netayahu será recordado como el primer dirigente israelí que abandona a los judíos a su suerte".

En una ciudad cuya historia está salpicada de baños de sangre, el repliegue parcial israelí aterra a los colonos judíos y a muchos de sus 120.000 habitantes árabes musulmanes. "Los judíos van a intentar sabotear este plan provocando una matanza", decía un ingeniero palestino. "Y las consecuencias de una acción como esa las vamos a pagar todos".

Empeñados por evitar un desenlace tan truculento, Arafat y Netanyahu han dado órdenes estrictas a sus respectivas fuerzas: hay que evitar toda fricción. Pero tan cortas son las distancias entre los asentamientos judíos del centro, tan grande y viejo es el resentimiento y el rencor que se profesan las dos comunidades que ello suena a misión imposible.

El Gobierno estadounidense, que se juega gran parte de su prestigio diplomático en las arterias y laberintos de Hebrón, se ha comprometido a fomentar un espíritu de buena vecindad contribuyendo a la paz con la construcción de un muro de metro y medio de alto en la mitad de la calle Al Shuhada, o calle de los mártires, la vena yugular del centro antiguo.

A fin de eliminar toda impresión de que todo muro tiene la misión de separar elementos hostiles, el plan, contenido en un apéndice del penosamente logrado Protocolo Sobre el Repliegue de Hebrón, busca darle un toque estético y alegre al hosco aspecto de Hebrón. Se prevé que el muro de 30 metros de largo, que deberá ser construido en los próximos cuatro meses, tratará de mimetizar su propósito con un encaje de ornamentos metálicos, faroles y hasta maceteros de flores.

La calle de los Mártires pasa enfrente de los asentamientos de Beit Hadasa y Beit Scheerson, dos de los bastiones de los más desaforados colonos judíos. Desemboca por el sur frente a Abraham Avinu, literalmente la casa de Abraham, donde sus residentes han pintado en grandes letras azules: "Este edificio fue construido en tierra judía, robada por los árabes tras la masacre de judíos de l929". La calle de los Mártires fue cerrada a peatones y vehículos palestinos hace casi tres años, después de que el médico judío neoyorquino Baruch Goldstein matase a 29 palestinos que oraban en la mezquita de Ibrahim. Temiendo represalias, el Ejército decidió clausurar la vía y tranformarla en un rosario de puestos de control, añadiendo de hecho un nuevo cordón de seguridad para los colonos y cortando una de las calles más activas del comercio árabe. Bajo el plan norteamericano, la calle se convertirá en dos vías de tránsito separadas por el único proyecto de embellecimiento de la ciudad: con flores de por medio, una será para los judíos, otra para los palestinos.

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