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El pensamiento fofo

Un mito propalado por los defensores del status quo es el de una supuesta y total victoria del ultraliberalismo sobre las ideologías rivales. La verdad es que los liberales no hemos ganado esta reciente batalla, la han perdido los demás. Los avances de las libertades personales, políticas y económicas desde 1975 en España y en Europa continental no se deben tanto al poder de convicción de las ideas, como al derrumbe espontáneo del autoritarismo, el comunismo y el socialismo. Unas libertades tan efimeramente conseguidas están siempre en peligro. Por eso son de temer los falsos amigos de la sociedad abierta que, con aire cansino y razonable, afirman que ya hemos ido demasiado lejos por el camino de la apertura, la competencia y la liberación y acusan a los verdaderos reformistas de caer en la simplificación dogmática y de ser, en el fondo, unos pelmazos.Cualquiera que oiga los denuestos de centristas, democristianos y socialdemócratas contra LadyThatcher y Misier Reagan podría llegar a creer que éstas dos beneméritas figuras consiguieron destruir el Estado de Bienestar y reducir drásticamente el gasto público. Oídos los gritos de los buscadores de rentas y las sanguijuelas sociales podría parecer que habían dejado el sector público como Atila el foro de Roma. El hecho es que durante los 11 años de gobierno de la dama de hierro el gasto público británico cómo proporción del PIB aumentó, y durante los ocho de gestión del maravillosoo sheriff de película B la deuda pública se multiplicó por cuatro.Hicieron ambos cosas mucho más interesantes que cambiar el sistema de reparto de la sopa boba. Primeramente, reconstruyeron las defensas de sus países, con lo que contribuyeron a echar abajo la dictadura de los generales en la Argentina y el Imperio del Mal en la Unión Soviética. Segundo, reformaron la legislación laboral y liberaron la economía productiva, con lo que rompieron el poder de los barones sindicales y burocráticos. ¿Recuerdan cómo puso Reagan en la calle a los controladores aéreos en huelga perpetua? ¿No admiran cómo privatizó Thatcher desde los teléfonos hasta las líneas aéreas, desde el agua hasta los autobuses, sin olvidar la Bolsa, los abogados y las pensiones?

Entonando las preces del consenso o amenazando con la conmoción social, los conformistas e intentan disimular lo poco que se ha hecho en España e incluso en el resto de Europa continental en materia de liberación de la sociedad. Claro que el arma principal de un gobierno democrático es la explicación y, la convicción, pero tal esfuerzo didáctico no debe ser pretexto para no hacer nada., Es llamativo el hecho de que en Latinoamérica los vientos de reforma y liberación sean desde hace tiempo, mucho más fuertes que en España y países vecinos. A regañadientes y porque los avances tecnológicos lo han hecho inevitable, se ha recortado el monopolio estatal de la televisión. Los franceses siguen defendiendo el "servicio público" de los teléfonos y la electricidad, aunque ya nadie cree que esas industrias constituyan un monopolio natural. Los Gobiernos de la UE buscan subterfugios para mantener las ayudas públicas a industrias estratégicas, aquí el carbón, allí la línea aérea nacional, más allá los ferrocarriles, en todas partes la agricultura.

Son precisamente los que precisan renovar su vieja e inoperante visión socialista del mundo quienes hablan de neo-liberalismo. Nosotros llevamos más de dos siglos en la difícil tarea de combinar la democracia con el individualismo. Los "neo" son ellos, que intentan rebautizar su amor de la intervención pública de "preocupación por la tarea común", de "comunitarismo", de ecologismo, o de nacionalismo. Ahora nos dicen que el Gobierno de Aznar está en grave peligro de verse tentado por quienes le urgimos a romper drásticamente con el pasado y llevar a cabo una revolución necesaria.

Otro es el peligro que verdaderamente acecha al Gobierno de Aznar: el peligro de hipnotizarse con la aplicación de los criterios de Maastricht y-no hacer absolutamente nada más.

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