Nace el mito
LA RESISTENCIA de Miguel Induráin a la derrota deja para el futuro la sombra de una duda. No es una mala herencia: así, en los momentos de depresión, cuando falten los éxitos que nos garantizaba cada mes de julio, los españoles podremos especular sobre ese hipotético sexto Tour de Induráin. Al anunciar ayer su abandono del ciclismo, con su estilo lacónico de siempre, no se resistió a expresar su convencimiento de que aún se sentía físicamente capaz de luchar por una nueva victoria en la ronda francesa. Han sido otras las razones que le han llevado a tomar esta decisión que no por esperada ha dejado de abrir un hueco a la nostalgia en el corazón de tantos españoles.Habrá que esperar algún tiempo para medir el efecto de su abandono, porque el destino puede seguir de nuestro lado si Abraham Olano cumple con las expectativas. Habrá que jubilar, en cualquier caso, la pasmosa seguridad con que cada mes de julio hemos vivido el Tour de los años noventa, con la única y dolorosa excepción de 1996. Pero los aficionados al ciclismo podrán sentirse felices por haber disfrutado de sus cinco victorias en el Tour, las dos del Giro, su récord de la hora y la medalla de oro en los Juegos de Atlanta.
Un palmarés que le retrata como el mejor deportista español de todos los tiempos. Sobre ese punto no hay discusión posible: ninguno pudo mantener como él una posición hegemónica en un deporte. Dominador de todas las especialidades del ciclismo, indiscutido jefe del pelotón durante al menos cinco años, su nombre queda como un ejemplo para futuras generaciones. Como sucedió con Anquetil, Coppi, Merckx e Hinault, se hablará de un ciclismo antes y después del campeón navarro.
Pero el éxito de Induráin es también el éxito de un estilo de hacer las cosas. Demostró paciencia para esperar su momento, aceptó el sacrificio que era necesario para trabajar su cuerpo y convertir a un hombre de 1,88 metros de estatura en un escalador, y fue admirablemente disciplinado. Su triunfo es la suma del rigor y el método, unidos a un físico excepcional. Sobre la carretera era frío y calculador, pero también educado y diplomático. Nunca tuvo un mal gesto, en la victoria o en la derrota.
Induráin se convierte en un recetario para los jóvenes deportistas españoles. Él ha sido el abanderado de una generación inigualable en el deporte español, que nos ha permitido reconciliarnos con el éxito y sentirnos orgullosos delante del televisor, liberados de algunos complejos ancestrales en las competiciones internacionales. Induráin es el líder, convertido desde hoy en un mito viviente.
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