Polvorones bajo tierra
Mientras por las calles de Madrid se vivía al límite la Nochevieja, bajo tierra, en la estación de metro de Atocha, los indigentes y toxicómanos tenían un refugio tranquilo. Allí se cobijaron del hielo y de la alegría colectiva.Once hombres dormitaban anteayer con un ojo abierto y el aliento denso de ingerir bebidas alcohólicas. Eran la otra cara de la noche más alegre del año. Pero los 11 vagabundos -la mitad que la noche anterior- no estuvieron solos.
A ratos, recibían la visita de algún vecino que les acercó una caja de polvorones y un termo de caldo caliente. También les llegó una botella de cava. "Son los primeros polvorones que como en estas fiestas", comentó Esteban, de 25 años, que no disimula su adicción a la heroína. Junto a él, su amigo El Vallecano inhalaba heroína en un chino (la droga se quema sobre un papel de aluminio).
El olor a alcohol rezumaba desde la boca del metro de Atocha. En el interior, mendigos e indigentes se repartían por separado el suelo de la estación. Muchos se quejaban de que a las 5.30 les obligan a abandonar el lugar. "A esa hora es cuando más frío hace en la calle", se lamentaba Esteban.