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Los buenos terroristas

Estaba leyendo Las soledades de Góngora, cuando todos los canales de la soleada Miami abrieron sus noticiarios con la noticia del audaz golpe de mano, en Lima, del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), que ocupó la Embajada del Japón con más de 400 rehenes en el interior, entre ellos diplomáticos, ministros de Estado, empresarios,

militares, altos funcionarios y los habituales tigres del cóctel, allí reunidos para celebrar el onomástico del Emperador. Lo primero que se me vino a la cabeza fue una

consideración del todo frívola: la extraordinaria coincidencia de haber retomado ahora, cuando ocurría esta hazaña terrorista, un libro que leí afanosamente en todos mis momentos libres durante la campaña electoral peruana de 1989-1990, cuando el MRTA perpetró sus operaciones más ruidosas.

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