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Muertes "súbitas" en Portugal

En dos meses, cuatro jóvenes han perecido a manos de la policía

El joven de 21 años Carlos Araújo, fallecido el pasado 16 de diciembre en las dependencias policiales de Evora "víctima de una dolencia súbita", fue abatido por un disparo de bala que le atravesó el abdomen. Un agente de la Policía de Seguridad Pública (PSP) fue detenido el viernes como supuesto autor del disparo que, según la autopsia, fue realizado a menos de tres metros de distancia y entró por la espalda de la víctima. En los dos últimos meses, cuatro jóvenes, desarmados y supuestos autores de delitos menores, han resultado muertos por "disparos accidentales", "dolencias repentinas" o en "extrañas circunstancias" a manos policiales.La alarmante gravedad de estos casos ha sembrado las dudas sobre la capacidad y eficacia de los controles públicos para garantizar los más elementales derechos y evitar los frecuentes abusos de los cuerpos de seguridad portugueses, denunciados desde hace tiempo y con insistencia por Amnistía Internacional.

Designado hace casi un año para combatir la corrupción y los excesos policiales, el inspector general de la Administración Interna, Rodrigues Maximiano, ha demostrado su incapacidad para detener el problema de forma contundente y ahora reclama más medios. "La policía que tenemos refleja el nivel cultural de los portugueses", declaraba a un semanario mientras la opinión pública aguarda el resultado de sus investigaciones y severas medidas de castigo no sólo para los autores de los delitos, sino también para una larga cadena de encubridores.El ejemplo de Carlos Araújo es más que elocuente. El joven fue detenido en la madrugada del domingo tras asaltar una tienda de ropa en Évora. Entró en el cuartel de la policía por su propio pie y sin heridas. Horas después salió de la comisaría "víctima de una dolencia súbita", según la versión oficial, e ingresó cadáver en el hospital Distrital de la ciudad. Su director, Antonio Queirós, afirmó en un principio desconocer las causas de la muerte. Una vez conocida la autopsia practicada en Lisboa y sin el más mínimo rubor, Queirós se justificó así: "Los servicios de urgencias están destinados a atender casos urgentes y éste no era el caso porque el joven ingresó sin vida. Había muerto hacía horas porque el cuerpo estaba ya muy frío. Nadie detectó ninguna herida de bala".El Ministerio del Interior no ha ofrecido ninguna versión de lo ocurrido y aún están pendientes los resultados de otras tres investigaciones iniciadas a raíz de otras tantas muertes en extrañas circunstancias. El pasado mes de octubre, el cadáver del joven Olívio Santos Almada apareció flotando en aguas del Tajo después de haber sido visto por última vez subiendo a un coche de la policía. El 17 de noviembre, Fernando Manuel Carmo Pinto, de 28 años, asmático y seropositivo, fue detenido tras el robo de un coche. A los tres días de su detención solicitó ayuda médica. Fue enviado al hospital de la prisión de Caxias, cerca de Lisboa, pero murió en la ambulancia que le trasladaba al centro.

Cinco días más tarde, un agente de la policía abatió de un disparo "accidental" al joven de 17 años Víctor Campos, quien, según la versión oficial, acababa de robar un radiocasete en la localidad de Almada, próxima a Lisboa. Según el subintendente Sobreira, un agente de la PSP disparó dos veces al aire "para intentar detener" al muchacho y "accidentalmente" se le escapó un tercer disparo que alcanzó al joven por la espalda.

Estos cuatro casos se han producido cuando la opinión pública aún no se ha restablecido de las sobrecogedoras revelaciones que han seguido a la muerte de Carlos Rosa, el pasado 7 de mayo, en el puesto de la Guardia Nacional Republicana (GNR) en Sacavém. Según el Ministerio Público, el sargento José Fernando Aleixo dos Santos dirigió el interrogatorio de Carlos Rosa, acusado de robar unas máquinas de escribir en una empresa. Insatisfecho por sus respuestas, el sargento de la GNR sacó su pistola y, a una distancia no superior al metro y medio, disparó a la cabeza de Carlos Rosa, de pie frente a él.

El sargento Dos Santos y el soldado Castelo Branco trasladaron el cadáver hasta un bosque próximo, donde el primero decapitó el cuerpo a golpes de machete. En ese lugar abandonaron el cuerpo y en otro la cabeza, después de que el sargento buscara con su machete la bala asesina en la cabeza de la víctima.

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