Niños explotados

Una creciente conciencia sobre la explotación infantil a lo ancho del mundo ha arrojado, en los últimos años, datos sobrecogedores. Doscientos cincuenta millones de niños, entre los 5 y los 14 años, se ven obligados a ganarse la vida, según las investigaciones de la Unicef. Naciones Unidas estima que para el año 2000 el número de los niños trabajadores ascenderá a más de 375 millones. No se trata de un efecto fatal de la pobreza, sino del modelo de desarrollo que prima la contratación de mano de obra barata y dócil. Los niños, tanto en el Tercer Mundo como en el mundo desarrollado, reciben salarios notablemente inferiores y raramente provocan conflictos. En Asia, América Latina y África, su semana laboral es de 6 o 7 días, a razón de 9 a 10 horas diarias y a cambio de un salario que no alcanza, a menudo, la mitad del que se pagaría a un adulto.Los reportajes de La noche temática del domingo (La 2, 22.15), acompañados de la película La guerra de los botones, son apenas unas pinceladas sobre la cosmología de esta explotación. Uno de los informes está referido a los más de 500.000 niños sin hogar que ambulan por las calles de Moscú, duermen en los bancos o las estaciones y se ganan la vida mendigando, traficando o lavando coches. Planeando sobre ellos, una mafia requisa parte de sus ingresos y, no pocas veces, los maltrata. Entretanto, la policía cierra los ojos o actúa en complicidad con los explotadores.

El mismo caso de complicidad se reproduce en el otro reportaje sobre la prostitución infantil en Tailandia. Tres cuartas partes de los turistas son hombres, y la mitad de ellos acuden en busca de sexo, en su mayoría con menores. Tailandia es conocido como el paraíso de los pederastas con opción para alquilar un niño o una niña por noches, por días o por una semana. Actualmente se ' calcula que unos 200.000 niños trabajan en los burdeles del país y dos terceras partes de ellos fueron vendidos por los padres. Por cada venta, la familia recibe una suma equivalente a 65.000 pesetas, lo que un campesino tailandés consigue ganar a lo largo de un año. Los niños son apartados de su familia y transportados, entre llantos, como mercancías hacia un destino que marcará precozmente su existencia.

¿No hay solución a este drama? La Organización Internacional del Trabajo tiene establecida como edad mínima para el empleo los 15 años, pero es consciente de la vanidad de su proposicíón. Ni siquiera la ONU ha llegado a pronunciarse sobre un límite de edad. Tal como se comportan las multinacionales, en amplias zonas del Tercer Mundo los niños son los que aportan la mayor parte del salario familiar. Hay, además, niños siervos en Asia suroriental y en el África subsahariana que las familias entregan en pago de una deuda o a cambio de dinero. En la India hay un millón de niños tejiendo alfombras o trabajando en la construcción. Ni España es una excepción. Según cálculos de UGT, unos 500.000 niños se ocupan en labores de recolección, cuidan el ganado, sirven en los bares o ayudan en la economía sumergida. Esto sin contar con aquellos introducidos en el tráfico de droga y entregados a la prostitución como en un calco de los casos que presenta el reportaje sobre el sureste asiático.