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Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR: FELICIANO FIDALGO
Tribuna
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24-II-1996

Todo lo que sigue no es un sueno, pero tiene que oler, saber e inspirar sueños. Es, debe ser, una vulgaridad sublime. Y eso es cosa de cada cual. Es la cena de Nochebuena que yo he fabricado, en colaboración con sabios y sabias que no lo aparentan, pero lo son. Se trata de gastar lo mínimo sin un ápice de menoscabo para el goce, para la salud y para la imaginación. No es una cena perfectamente típica de la noche del nacimiento ni es lo bastante atípica como para echarse atrás.Primero es un guiso blanco, esto es, cardos con almendras. Y hay que beber, claro, desde el comienzo: en esta historia navideña de 1996, lo bueno y barato y acorde es un cava que responde si se le nombra, Anna de Codorníu (poco más de 1.000 pesetas), o un Freixenet Brut Nature de un precio parejo. Hay que seguir con un besugo de ración (del Mediterráneo) al horno, con patatas y rajas de limón. Es elemental y agradecido para el gusto. ¿Bebida?: una botella, o las que sean, de Carchelo; se trata de un vino joven de 1996 que asustará primero porque es de Jumilla, que es tierra de no muy buena literatura vinícola, y es una maravilla de esta cosecha épica del 96. Este vino joven hay que enfriarlo en una cubitera con agua y media docena de cubitos de hielo; que no se congele el vino, pero que su frescura halague la juventud.

El plato siguiente, codornices con puré de lentejas, que puede especiarse sin límite. O en su lugar, dado que las codornices no son de todos los gustos, capón relleno, ya preparado en las pollerías y que basta con asarlo en el horno. Y para beber, dos vinos singulares, casi desconocidos: Dehesa del Carrizal, elaborado con la mítica uva bordelesa cabernet sauvignon en Retuerta del Bullaque (Albacete). Es un vino sorpresa, fuera de todos los cánones de la categoría establecida; apenas sobrepasa las 1.000 pesetas, y como la cosecha es menguada, hay que pedirlo al cosechero si no está en la tienda de enfrente (esto podría decirse de todos estos vinos que hoy anotamos como buenos y a precio de saldo siendo vinos de fiesta). Conviene también, de no encontrar el anterior, el denominado Montecillo, un rioja de 1995, absolutamente grande, cosechado en Fuenmayor (Logroño) y que cuesta unas 1.200 pesetas. No tiene nada que ver con el rioja tradicional: desde el comienzo, al mirarlo y olfatearlo, hasta que se establece en la boca para el paladeo. Es un milagro.

Hemos dado en el queso: ¿y hay algo más exquisito que la llamada torta del Casar (Cáceres)? Si la partida es buena, es el mejor queso del mundo. Y hay que degustarlo con un vino, el Ruiz Torres, otro vino casi desconocido, de 1992, procedente de la uva cabernet, concebido en tierras de Cañamero (Cáceres), en las bodegas del mismo nombre, y que se ofrece por unas 750 pesetas. Es un vino maravilla.

Ya la mesa se viste de postres. ¿Para qué reemplazar los dulces navideños de siempre? Y con ellos, un cava rosado, que no abunda, pero, por una vez, se puede reemplazar por un champaña rosado que acaba de presentarse en sociedad. Anteayer, la marca Veuve Clicquot lanzó al mundo su rosado: un delirio de amor.

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