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El equipo de Cruz Roja tiroteado en Chechenia se había negado a tener vigilancia armada

Pilar Bonet

El equipo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que trabajaba en el Hospital de Heridos de Guerra en el pueblo checheno de Novíye Ataguí se había negado rotundamente a aceptar cualquier tipo de vigilancia armada, antes de que seis de sus miembros, entre ellos la enfermera española Fernanda Calado, fueran brutalmente asesinados la madrugada del pasado martes. Anoche estaba previsto que sus cadáveres y los supervivientes de la matanza llegaran a Ginebra procedentes de Vody, en Rusia, a bordo de un avión fletado por la organización humanitaria.

Además de los seis ataúdes con los restos mortales de las cuatro enfermeras -una española, una neozelandesá y dos noruegas-, la administradora médica de nacionalidad canadiense y un ingeniero holandés, el avión transportaba a 13 delegados que sobrevivieron al atentado, informa Ana Fernández desde Ginebra. Otros cinco permanecerán en Grozni. Los cuerpos de las seis víctimas serán repatriados a sus respectivos países. Para hoy se espera la llegada a Sevilla del cadáver de Fernanda Calvado.Borís Yeltsin manifestó estar "consternado" por el suceso. Para el presidente ruso se trata de una "provocación perpetrada por quienes desean hacer fracasar el "positivo proceso de normalización en Chechenia", informa Rodrigo Fernández desde Moscú.

La asociación de personal del CICR realizó ayer en Ginebra una marcha entre la plaza de Naciones, sede de la ONU y de la organización humanitaria, donde depositó coronas de flores en memoria de los colegas asesinados, e invitó al personal de otras organizaciones humanitarias presentes en la ciudad a unirse al acto.

"No quisieron ni un puesto de guardia a la puerta, ni una garita en el camino, y ni siquiera aceptaron que sus propios vigilantes llevaran porras", dijo a EL PAÍS Yusup Shaípo, el comandante militar de Novíye Ataguí. Shaípo, antiguo. profesor de educación fisica y ex jefe guerrillero, tiene 42 años y llegó al hospital poco después de ocurrida la matanza, mientras sus hombres rodeaban el complejo sanitario.

"Los cadáveres yacían en las habitaciones, que eran individuales. Tres estaban todavía en las camas y dos estaban tirados en el suelo", explicó Shaípo, que confirmó la versión dada por el personal sanitario y la escolta del hospital. Los asaltantes, unas ocho personas, no se llevaron nada, y en un forcejeo con la escolta se produjo un disparo al aire que pudo haber motivado una huida precipitada.

"Eran chechenos", exclama lacónicamente Shuípo, quien, a diferencia de otros políticos locales trata simplemente de ceñirse a los hechos y no de interpretarlos. Novíye Ataguí tiene 8.000 habitantes. El hospital de la Cruz Roja, que había comenzado a funcionar el pasado 1 de septiembre, no sólo cubría sus necesidades sanitarias, sino que era una importante fuente de empleo.

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"Medio pueblo vivía de la Cruz Roja", dice Shaípo. Aparte de los constructores y el personal auxiliar, en el hospital había 20 enfermeras y 30 vigilantes, que cobraban 800.000 rublos al mes (cerca de 20.000 pesetas), una suma respetable para esta república donde las instituciones no pagan_los salarios y la economía está en ruinas. El equipo de la Cruz Roja aceptó incrementar la escolta de 24 a 30 personas después del asalto ocurrido hace aproximadamente un mes, con unas características muy similares al último. En aquel caso los agresores se llevaron los radiotrasmisores de los vigilantes.

La versión de que el atentado fue una "provocación política" destinada a "reventar" las próximas elecciones estaba ayer bastante generalizada, pero no pueden descartarse versiones más simples, tales como una venganza, o un robo que no Regó a consumarse.

En la puerta del hospital, un letrero advierte -a los habitantes de Noviye Ataguí que los puestos de trabajo ya están ocupados,. y otro les informa que los narcóticos están prohibidos y que sus bolsos pueden ser registrados al entrar en el recinto., Desde que Shaípo fue nombrado comandante militar del pueblo, a principios de septiembre, por el propio primer ministro Aslán Masjádov, los únicos delitos que se han registrado han tenido que ver con las drogas o han sido robos. En ese tiempo una quincena de personas fueron detenidas por consumir o traficar con narcóticos y enviadas a instituciones penitenciarias fuera del pueblo, ya que en Novíye Ataguí no hay cárcel, según dice Shaípo.

El atentado pudo estar dirigido contra los extranjeros, pues una intérprete local que traducía al inglés para el equipo de la Cruz Roja, vió perdonada su vida cuando se puso a gritar en checheno. La intérprete dormía en una de las habitaciones del pabellón donde ocurrió la matanza.

La justicia chechena está hoy tan en ruinas como los edificios de Grozni, y las armas se venden libremente en el mercado del centro de la ciudad. Mientras en las cárceles de Rusia se hacinan los prisioneros, en Grozni hay una sola prisión preventiva donde residen 75 presos en espera de juicio (19 de ellos acusados de asesinatos y ocho de tráfico de estupefacientes), según afirma el jefe de la institución, Jusaín Dzhabasjánov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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