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La casa imperial de Japón saca del encierro a la esposa del heredero

Después de tres años y medio de matrimonio con el futuro emperador japonés, la primera aparición en solitario de la princesa Masako ante la prensa ha reavivado el interés de la sociedad nipona y la atención internacional sobre su llamado cautiverio tras el telón del crisantemo y sobre el futuro de la dinastía reinante más antigua del planeta.

En su primera comparecencia en solitario el pasado lunes ante los medios de un país donde los más tradicionalistas la criticaron por hablar 39 segundos más que su novio durante el anuncio de su compromiso, la princesa reconoció que estaba nerviosa. "En mi vida diaria intento consultar al máximo a su alteza imperial sobre cualquier cuestión", declaró al hablar de su esposo.Esta conferencia de prensa, celebrada con motivo de su 33 cumpleaños y en la que participó un escogido grupo de periodistas japoneses, fue sólo la segunda ocasión en la que Masako abrió la boca sin estar presente el príncipe Naruhito. Hasta ahora, sus contadas apariciones públicas y conferencias de prensa con el príncipe se han caracterizado por su silencio y discreción, siempre en un segundo plano que se simboliza en la obligación de andar un paso por detrás de su marido.

Sumisión en palacio

La llamada princesa escondida ha pasado la mayor parte de su tiempo en palacio, del que no puede, salir para visitar a sus familiares o amigos, para hacer compras o disfrutar de su tiempo libre, y ha respetado con aparente sumisión el resto de las normas imperiales por cuyo cumplimiento velan los 1.200 asistentes y asesores de la casa imperial. Sin embargo, la posibilidad de que este encuentro en solitario con la prensa marque el pricipio de la modernización de las estructuras tradicionales japonesas ha venido a enriquecer la compleja polémica que rodea a Masako.Mientras los sectores más conservadores han criticado duramente su incapacidad para cumplir el único objetivo que le marca la rígida tradición del trono, dar a luz un hijo varón, los progresistas han mostrado su decepción por no ver cumplido el cometido al que parecía destinada antes de su matrimonio: filtrar aires de renovación en el rígido y ultraconservador trono del crisantemo gracias a sus orígenes plebeyos y su brillante experiencia académica.

En un momento en que Jápón ha reconocido su incapacidad de adaptación a los nuevos tiempos y ha iniciado una reforma integral de las estructuras que le permita perder su liderazgo con vistas al siglo XXI, el apego de la casa imperial a sus tradiciones milenarias sigue siendo un foco de debate.

Los primeros aires renovadores fueron introducidos en el trono por la actual emperatriz Michiko, el primer miembro de la familia imperial de origen plebeyo y un personaje que goza del cariño y la admiración de toda la sociedad japonesa. Su deteminación a la hora de proponer cambios, como el cuidar personalmente de sus hijos, desencadenó una relación tormentosa con la casa imperial que fue el origen de numerosos problemas psicológicos de la emperatriz y de su enfermedad en 1993.

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Tras estos antecedentes, la llegada de Masako, licenciada en Harvard con premio extraordinario cum laude, conocedora de cinco idiomas entre los que se incluye el español y especializada en comercio internacional, simbolizó el pulso definitivo entre la tradición y la modernidad. Sin embargo, según los analistas, la falta de descendencia ha estado jugando en su contra por cuanto el incumplimiento de su objetivo primordial le resta el relativo poder con que cuentan las madres de los emperadores.

Pero esta preocupación por el futuro de la dinastía, además de alimentar las páginas de la prensa del corazón, ha forzado a poner encima de la mesa un delicado debate político sobre la posible reforma de las leyes de sucesión, para permitir que el cargo sea heredado por una mujer.

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