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El partido

Santiago Segurola

El peor Madrid-Barcelona, o viceversa, es un partido interesante, atractivo por su significado futbolístico y extrafutbolístico, seguramente intenso, probablemente jugoso. Pero la calidad y la grandeza se mide por otros valores. El sábado se jugó en Chamartín un encuentro muy inferior a las expectativas que se habían generado alrededor de un duelo que no había reunido tantas estrellas desde el Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento y el Barcelona de Kubala, Evaristo y Kocsis. La actuación de los jugadores es una manera razonable de establecer la verdadera categoría del partido. Desde esta perspectiva, el Madrid-Barça casi fue mediocre. Sólo dos jugadores se produjeron en su mejor versión: Hierro y Guardiola. Hubo demasiada gente que estuvo varios puntos por debajo, de su cotización. Giovanni, Ronaldo, Blanc, Popescu, Amor, Sergi y Vítor Baía jugaron mal. Y Figo apuntó dos veces, pero fracasó la mayoría de las veces. En el Madrid, un poco de lo mismo. Secretario, Roberto Carlos y Raúl salieron con mala nota. Redondo y Alkorta cumplieron correctamente. El peso de Mijatovic y Suker estuvo en el resultado, cosa que distingue a los futbolistas verdaderamente grandes, pero su influencia en el juego fue discretísima. La suma total resulta muy pobre. No puede tomarse como un gran partido uno que tiene al 70% de los jugadores entre el suspenso y el aprobado. Y si además llegan con la condición de estrellas, la decepción es considerable.

Sobrevalorado

El partido dejó otras lecturas. Una, el Madrid ganó con su plan, pero no tuvo grandeza. Jugó la mayoría del partido en su campo, concedió la pelota al Barcelona y sacó un excelente aprovechamiento de sus pocas llegadas. Pero tampoco puede decirse que el montaje defensivo del Madrid fuera extraordinario. Concedió dos tiros al palo, Víctor sacó dos balones en la raya y Ronaldo tuvo el gol en dos remates francos. Muchas ocasiones para una defensa que se presume hermética. Y la debilidad en el juego resultó escandalosa. En general, la actuación del Madrid se ha sobrevalorado. Jugando mal, con poco más que algunos centros y el uso más continuado de la pelota, el Barça se ganó más oportunidades que el Madrid. Eso viene a decir algo. Sin embargo, la impresión de desaprovechamiento de los jugadores y de carencias tácticas en el Barcelona fue muy visible. La ubicación de Giovanni en la banda izquierda, el calamitoso efecto de Popescu por delante de Guardiola, la tentación de casi todos a salir corriendo con la pelota, la falta de identidad en el juego y el caótico sistema defensivo -con el promedio actual de 1,33 goles en contra, el Barça recibiría la abultadísima cifra de 55 goles al final del campeonato-, obligan a pensar en la falta de criterio y dirección de Robson, un entrenador superado por las exigencias del cargo y de un equipo que parece desperdiciado.

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