Camareros
Se puede concebir la vida sin predicadores ni dioses ni demonios; incluso, sin abogados. Pero sin camareros sería muy onerosa la existencia. En Madrid hay más de 100.000, entre fijos y eventuales. Todos ellos constituyen un grupo dé presión que debieran tener muy en cuenta políticos y sociólogos, porque la humanidad salió de las cavernas para meterse de inmediato en las tabernas.El gremio tiene de todo, como la humanidad. La mayoría de los camaratas son un retablo camaleónico. Se adaptan a todo tipo de clientela, por muy asilvestrada y montaraz que sea. Pero hay algunos que son meridianamente bordes, cuando no francamente estúpidos.
El cantautor Joaquín Sabina, sublime experto en tabernas, tiene constatados unos 12 bares madrileños cuyos camareros son impresentables. A Sabina, masoca reconocido, estos antros le hacen gracia. Si usted es también masoquista, busque a Joaquín en los aledaños de la plaza de Tirsb de Molina y sáquele información.
Casi todos los camareros tienen algo de confesores, psiquiatras, asesores espirituales y agentes secretos al servicio de potencias estrafalarias. Ojo.
Si usted desea conocer los entresijos jocosos de instituciones, ministerios y pueblo soberano, acérquese a Don Honorío, bareto cañero de la calle Caracas. Pololo, sabio como Sabina, sabe todos los chascarrillos que corren por los despachos de los poderosos. Incluso concede mensualmente un trofeo al mejor chiste malvado que le cuentan: es un trofeo realizado por el joven orfebre José Mendieta. Como el premio ha sido creado por él mismo, Pololo es el único jurado que dictamina la calidad malévola del chiste.
Tres perlas pololescas. Una:"Yo soy un cobarde, un gallina. Pero las gallinas ponen huevos. Es decir, somos los creado res del heroísino". Dos: "Dime con quién andas, y si está buena me la mandas". Tres: "Coño, Monchito, no te esperaba, pero ya que has venido, tócame el haba". Y así, a lo tonto, se va subsistiendo con risas y desparrames.
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