Ni ayudas ni agravios comparativos
AEDE, la Asociación de Editore de Diarios Españoles, que nació en el año 1978 al aire estimulante y creador de la Constitución, postula una idea de la empresa periodística superadora del concepto instrumental en que se la ha tenido en España, como si fuera un mero soporte del periodismo o la peana que sostiene al santo.Este concepto instrumental y, por consiguiente, subordinado, y a todas luces bastardo, es hijo de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, instrumentos ambos enemigos de la libertad, que trataron de aherrojar a la empresa periodística y reducirla, cual león en el circo, a humillantes tareas de propaganda.
Cuando la libertad de prensa desciende del olimpo de las libertades formales para materializarse y desempeñar su papel en la vida social, esa libertad tiene que instalarse necesariamente en la estructura de una empresa o comunidad de trabajo, so pena de deambular sin cuerpo, como un fantasma, en busca de un sujeto que la encarne. Aparece así, en su más auténtica concepcion, la empresa periodística, presentándose, prima facie, como una comunidad de trabajo, con sus estructuras jurídica y económica, que produce un bien para el mercado y busca el beneficio.
Y así es ciertamente, con tal de que nos apresuremos a decir que, además de ser una empresa, es otras muchas cosas de alto valor. político y social, tales comol la sede y centro de operaciones de la libertad de prensa, la casa y taller del periodista, el domicilio del colectivo intelectual que hace los periódicos, el mecanismo del llamado cuarto poder, el órgano que sustancia . lo periodístico, el templo de la información donde ocurre la transformación del hecho en noticia. He aquí la razón de ese resplandor ilustre que distingue al editor de periódicos en el mundo occidental.
Situamos, pues, a la empresa periodística en el centro mismo del fenómeno periodístico. Hoy, a los 18 años de promulgada la Constitución, el balance que hace AEDE es claramente positivo.
Gozamos de un alto grado de libertad de prensa; nuestros periódicos han mejorado notablemente en calidad, riqueza de contenidos y presentación, contando algunos de ellos entre los mejores del mundo; las empresas se han equipado con una tecnología de punta que las sitúa en la avanzada de los países industrializados, al tiempo que han modernizado su gestión y fortalecido su estructura económica; se ha iniciado la formación de grupos, nacidos de la propia industria periodística, que están corrigiendo la atomización característica del sector y dándole, con la aplicación de la economía de escala, una mayor consistencia y solidez.
Pero no todos son bienandanzas en este breve resumen. La prensa diaria española está sufriendo tres crisis a la vez, que se han ido acumulando a lo largo de los últimos años, a saber: la publicitaria, que empezó en el año 1989, registró en 1994 una caída de un 30% de la inversión total y, a estas alturas de 1996, no se ven aún síntomas claros de recuperación; la del precio del papel-prensa, que se inició el 1 de enero de 1995 con un incremento del 60% y una tendencia vacilante que cubre el horizonte hasta 1997; y una tercera, de imprevisible alcance, determinada por la revolución tecnológica, cuyas primeras manifestaciones son el periódico electrónico y las llamadas autopistas de la información.
Constatemos, en otro aspecto, que la prensa diaria, los medios informativos en general, radio y televisión incluidas, han estado a la altura de los tiempos. La prensa ha sido abanderada, difusora y maestra de los principios constitucionales y es hoy el factor de mayor influencia en la vida social, cultural, económica, intelectual y política de España. Ninguna otra institución ha televisionesestado tan cerca del ciudadano suministrándole día a día el pan de la in formación y de la idea, disponiéndole, sobre la mar cha, a pasar de la dictadura a la libertad. Maestra de las emociones sociales o de la espontaneidad robusta y graciosa, como decía Ortega, la prensa ha despertado con sus enérgicas vociferaciones las sensibilidades dormidas, in corporándolas al proceso democratizador e introduciendo en la vida española los usos democráticos.
Con ello no ha hecho sino cumplir las funciones que le son propias en las democracias modernas. Según la comisión Hutchins, creada después de la Segunda Guerra Mundial para estudiar el futuro de la libertad de prensa, esas funciones son las siguientes: informar amplia e inteligentemente de los acontecimientos del día en un contexto que le dé significado; servir de foro para el intercambio de críticas y comentarios; facilitar a los diferentes grupos sociales el intercambio de opiniones, y actitudes; presentar y aclarar las metas y los valores de la sociedad; y propiciar que cada miembro de la sociedad participe en las corrientes de información, pensamiento y sentimientos que brotan de la sociedad y la prensa canaliza. Veinte años más tarde, la tercera Royal Commission on the Press británica, que presidió lord MacGregor, sentaba las funciones de la prensa de la manera siguiente: informa a los lectores sobre lo que ocurre en el mundo y lo interpreta. Actúa como guardiana de los ciudadanos, vigilando la gestión pública y las concentraciones de poder, y como medio de comunicación entre los grupos dentro de la comunidad, promoviendo así la cohesión y el cambio social. Naturalmente, la prensa pretende entretener a la vez que instruir y no despreciaremos nosotros este objetivo como trivial, pero es la ejecución de las más graves funciones lo que justifica la alta importancia que las democracias conceden a la prensa libre.
Adviértase cómo, dentro de estas funciones, la información publicitaria y la relativa al mundo de los negocios mantienen engrasadas las ruedas del comercio.
Así como durante la transición cumplió la prensa española una función extraordinaria, demandada por el cambio político, hoy le toca a la prensa otra función extraordinaria, que es la de cooperar con el Gobierno y con las demás instituciones del Estado a la construcción de la Unión Europea. Y aquí viene como anillo al dedo el asunto de este artículo, lo que AEDE le ha pedido al Gobierno. Se trata ni más ni menos de que la prensa española se halla en desventaja con relación a la de los otros países europeos, nuestros socios en el empeño. En efecto, mientras la prensa diana en el Reino Unido, Bélgica y los países escandinavos gozan de la tarifa cero de IVA en las ventas de sus periódicos; mientras Francia, Austria y Holanda (y es también el caso de Suiza) disfrutan de diversas prestaciones en materia fiscal y de telecomunicaciones; de correos y distribución, de publicidad institucional y reestructuración tecnológica, la prensa española no recibe ninguna de esas prestaciones del Estado (que le son debidas a la prensa, según la doctrina dominante en los países democráticos) y ha tenido que hacer frente sola a las crisis dichas. Sola y, para alivio de males, soportando la competencia desleal de la televisión pública española, y de las autonómicas, que se llevan la parte del león de los recursos publicitarios que el mercado genera para las empresas que viven sujetas a sus leyes.
La prensa española también gozó, en su día, de un conjunto de ayudas que estableció la Ley 28/92, de 2 de agosto; de ayudas a empresas editoras de prensa diaria y agencias informativas, que mereció la aprobación por unanimidad del Parlamento. Pues bien, dicha ley, que fue oportuna y benéfica, fue sacada del ordenamiento jurídico español con nocturnidad y alevosía, mediante una derogación parcial escondida en una cláusula adicional de la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 1988; y otra derogación por el resto, igualmente oculta en otra disposición adicional de la Ley de Presupuestos de 1989.
Pero no es resucitar esta ley lo que ahora se pretende, sino concordar la prensa de España con la del resto de Europa. Entiende AEDE que ajustar la empresa periodística española al trato que la prensa del resto de Europa recibe de sus respectivos Estados es una obligación pendiente, cuyo cumplimiendo había pedido, sin fortuna, al Gobierno anterior. Y lo ha reiterado al Gobierno de José María Aznar con motivo de la XIII Convención de AEDE.
Y entiende AEDE, también, que no atender esta petición o retrasarla perjudicaría a la industria periodística española en beneficio de los grandes grupos extranjeros que se interesan por el mercado español, y, en todo caso, dañaría su potencial de servicio a la sociedad española y al compromiso de España con la Unión Europea.
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