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"El mundo olvida que la vida es sacrificio"

Entrevista con la madre Teresa en la UVI donde está internada

La habitación de la madre Teresa está en la primera planta del Centro Birla de Investigación del Corazón, cuyo nombre se debe al hombre que donó sus fondos a Calcuta. La última semana de noviembre, la madre Teresa se sometió a una angioplastia, operación quirúrgica para desbloquear dos arterias obstruidas, pero su estado sigue siendo crítico. Los medicamentos no consiguen corregir la arritmia y los médicos tienen intención de recurrir al electrochoque para restablecer el ritmo del pulso. Sin embargo, lo posponen un día tras otro, ante la posibilidad de que no pueda soportarlo. [Los médicos anunciaron ayer que podrían dar el alta a la madre Teresa este fin de semana, ya que ella lo pide y su avance es positivo, informa France Press].Medio mundo ruega por la paciente de la habitación número 1 de este hospital de Calcuta. Son las nueve de la mañana de un domingo cuando llego a la puerta de la UVI.

De la habitación sale la enfermera con la taza del té sin tocar. "Ayer bebió un poco, pero hoy no", explica. Es una misionera de la caridad. La había visto el día anterior cuando fui a preguntar por la madre Teresa y me dijo: "Rece por ella". Hoy sonríe y dice: "Entre, la madre le recibirá". Todavía hay una cortina blanca; de un visor cuelga una radiografía con un rótulo en el que pone "Madre" junto a una imagen de unos pulmones que los médicos califican de "dañados".

Detrás de la pantalla yace la paciente más querida de India. El sari ha sido sustituido por una sábana blanca que la cubre hasta la cabeza. En el hombro, en vez del crucifijo, hay un tubo conectado a una máquina que bombea silenciosamente una sustancia, que debe de ser para mantener la vida. A su izquierda hay un altar en miniatura: un crucifijo, flores y dos tarjetas, en las que pone: "Estoy sediento, sacio mi sed". Con un gesto instintivo, me coge la mano. No hay sillas y me arrodillo para oír su voz.

La mujer ante la que me arrodillo es vieja, está traspasada por el dolor y habla con una voz ronca pero firme. Le pregunto cómo se encuentra.

- "Mejor", responde.

- ¿Lista para salir?

-"Sí, estoy lista. Pero los médicos todavía no me dejan marchar. Les he agradecido todo lo que han hecho. Dios les bendiga por preocuparse de su prójimo, pero ya es hora de que vuelva a mis tareas".

Le digo que corría el rumorde que no había aceptado la ayuda médica y que había dejado el destino en manos de Dios.

- Los médicos me convencieron de que únicamente aceptando su ayuda podría volver a mi trabajo. Si estoy aquí ahora es por la voluntad de Dios. Los cristianos recorren su propio calvario. No soy responsable de mi destino. En mis oraciones, pido volver pronto adonde estaba antes, entre los pobres y los que sufren.

Madre, le digo, usted que abraza a los moribundos día tras día, ¿cómo acepta la idea de la supervivencia, de separarse de alguien que se está muriendo y seguir viviendo sin sentirse privilegiada?

- Porque la vida es, y debe ser, un sacrificio, porque mi vida es un sacrificio, porque todos aquellos que han encontrado sufrimiento sólo pueden seguir adelante si dedican su vida a aliviarlo. No hay otra regla en la vida: sacrificio. Esta es la capacidad que el mundo moderno ha perdido, ésta es la forma de encontrar consuelo en uno mismo, de evitar perderse. Sólo una vida dedicada a los demás, a Dios, puede traer, la paz. A aquéllos que ruegan por mí, les doy las gracias, pero también les diría que, en primer lugar y por encima de todo, deben acordarse de rogar por los más pobres entre los pobres. Estoy agradecida a los médicos que me cuidan, pero me gustaría que pudieran hacer lo mismo por todos los necesitados.

Le pregunto cómo se enfrenta a la posibilidad de la muerte.

- Llegará cuando haya terminado mi trabajo y haya dado ejemplo. Sé que será así, que Dios sabrá cuál es el momento adecuado, así que no puedo sino esperar tranquilamente.

Sonríe al decir esto. La monjita que está a su lado asiente. Cuida de ella y, al ver que está cansada, me dice que ya es hora de terminar la conversación.

La madre Teresa hace la señal de la cruz en el aire y después extiende el brazo donde tiene el gotero hasta un cajón del que saca un medallón con un retrato de Nuestra Señora. Lo besa y dice: "Cójalo y entrégueselo a alguien a quien ame; ame, a alguien que sufra".

Se cierra la cortina. Se cierra la puerta. En el pasillo, la voz de un corazón sigue transmitiendo un mensaje débil e irregular, pero continuo. Tan persistente que se puede oír cuando ya se está lejos.

Copyright New York Times Syndicate

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