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Democracia e islam

Emilio Menéndez del Valle

El referéndum recién celebrado en Argelia para reformar la Constitución suprime -como escribía en estas páginas hace unos días la profesora Gema Martín Muñoz- los principios más democratizadores del texto de 1989, consolida un presidencialismo sui géneris, restringe el pluralismo y pone obstáculos a la actividad legislativa. "He prometido respetar la voluntad del pueblo", afirmó el presidente argelino, general Zerual, tras depositar su voto el pasado jueves. Sin embargo, aunque fuera una voluntad desagradable para Occidente y para muchos argelinos, el pueblo expresó su voluntad en 1992. Y no fue respetado, dado que el poder militar anuló las elecciones que el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó democráticamente. ¿Libertad para los enemigos de la libertad?No es tarea sencilla promover y afianzar la democracia en el mundo islámico. Pocos son los demócratas sinceros a escala de Gobierno y de oposición, incluso la supuestamente laica. Y los islamistas, al menos los radicales, se han manifestado tradicionalmente contra la democracia. La situación es ardua. Los regímenes musulmanes que aceptan el juego democrático son escasos. No son, por razones culturales, demócratas comprometidos ni tienen especial interés en promover la democracia. Además, se ven en ocasiones. asediados por los integristas, opuestos a la democratización y con el viento a favor de sus propósitos, pues las distintas poblaciones musulmanas no han conocido prácticamente nunca el sistema democrático. No se trata de que el fundamentalismo haya asaltado y derribado regímenes democráticos. Donde ha triunfado (Irán, Sudán, Afganistán ... ) nunca hubo democracia antes. Hay Estados, como el afgano, que se singularizan por la guerra, que se ha convertido en un fin en sí misma y donde jamás ha habido elecciones generales. Por otra parte, ¿qué prestigio, fiabilidad, atracción, poder de convocatoria puede tener el concepto democracia entre los musulmanes cuando -habiendo conseguido el FIS el Gobierno a través de la plasmación concreta de dicho concepto- es enviado a los inflemos? Castigo de Dios para los contados gobenantes musulmanes demócratas: invocar hoy día la democracia frente a las tesis islamistas equivale casi a clamar en el desierto.Y sin embargo, si se desea evitar -o cuando menos atenuar- una predicada confrontación entre civilizaciones, no hay otra vía que apostar por la democratización, incluida la incorporación al proceso del islamismo moderado, aunque no uno teledirigido por Gobiernos insensibles a las realidades que estamos considerando. No creo que el éxito esté garantizado a priori, pero hay que intentarlo porque mucha gente -dentro y fuera del mundo islámico- está empecinada en lo contrario, en mostrar que islam y democracia son incompatibles y que el primero es consustancial con el modelo autoritario de Gobierno y de Estado; que en el mundo que reza mirando a La Meca se permite a los partidos políticos (aunque no a todos) participar en las elecciones, pero no ganarlas; que el islam se opone al con cepto democracia porque es occidental, porque detrae a Dios el Gobierno y lo deposita en los hombres, algo aceptable para la cultura occidental dado que es antropocéntrica, pero no para la islámica, porque su punto de referencia, incluso en lo político, es Dios. ¿Habrá que asumir, como sostenía el imam Jomeini, que en la democracia islámica las leyes no se hacen por voluntad del pueblo -queno es soberano, tan sólo Dios lo es- sino en función del Corán y las tradiciones del Profeta?

No hay por qué calificar de imposible el proceso democratizador en Argelia o en cualquier otra tierra islámica, pero sí de complicado y a no corto plazo. No hay sociedad que pueda funcionar -al menos no sin caer en la esquizofrenia- con reglas y presunciones absolutas. Después de todo, la democracia moderna nació debido al abandono del principio de la certidumbre, de la renuncia a la convicción de que se puede imponer al otro la verdad que uno cree exclusiva e inalterable. Duro camino a desbrozar todavía por la sociedad argelina.

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