"Madrileño es el que lleva tres días en Madrid
De tanto contar cuentos, Monserrat del Amo, narradora de 69 años de edad, ha conseguido enfrentarse a la realidad como si de una historia fantástica se tratara. Dice, eso sí, que no se cree la historia del sapito porque ya es muy mayor. Pero añade que ha visto cómo una mujer fea se transformaba porque se sentía amada. "En los cuentos siempre hay un significado que alienta la esperanza", dice esta mujer que es una de las cuentacuentos más veteranas de la ciudad. La primera vez que contó un cuento en público fue como acompañamiento de una exposición de libros infantiles. Además de contar historias, Del Amo es autora de más de 50 títulos, la mayoría infantiles, por los que ha sido premiada en más de una ocasión. En estos momentos es una más de las narradoras que participa en Un Madrid de cuento, un ciclo de cuentacuentos que se desarrolla en varias bibliotecas públicas.Pregunta. ¿Cómo empezó en esta profesión?
Respuesta. En esa discusión de si se nace o se hace, yo nací escritora y narradora me he ido haciendo a través del tiempo. Al principio me costaba mucho, pero fui practicando y ahora me parece un medio de expresión distinto de la escritura, pero interesantísimo.
P. ¿Cómo se cuenta un cuento?
R. Hay que hacer una breve introducción para despertar el interés. El final que sea rápido. Y, muy importante, aperturas y cierres de tipo tradicional para que el oyente sepa cuál es el espacio mágico del cuento.
P. ¿Qué es para usted la fantasía?
R. Es un modo de sobrevivir, pero no para escapar de la realidad, sino para volver a ella comprendiéndola a otro nivel.
P. ¿Se puede contar todo como un cuento?
R. Sí. Y de cualquier cosa puede surgir un cuento.
P. ¿Sabe alguno muy cortito que quepa aquí?
R. El que está encerrado en los dedos de la mano: este dedito compró un huevo, éste lo frió, éste le echó la sal...
P. ¿Y alguno sobre Madrid?
R. La historia de nuestro patrono, de Isidro. Es casi un cuento. Está rodeada de leyenda, de símbolos.
P. ¿Madrid es una ciudad de cuento?
R. Por lo menos lo estamos intentando. Creo que Madrid es una madrastrona con sus hijos: no nos da nada, no tiene nada especial para nosotros, se lo da todo al primero que llega. Pero eso hace que los madrileños seamos muy abiertos y no busquemos unos signos de identidad que nos separen de los demás, sino al contrario. El signo de identidad del madrileño es su apertura. Aquí madrileño es el que lleva tres días en Madrid contando anteayer.
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