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FÚTBOL 14ª JORNADA DE LIGA

Vuelve el Atlético del bicampeonato

El sentido táctico de Vizcaíno y la jerarquía de Caminero permiten golear al Valladolid

Agarrado al sentido táctico de Vizcaíno, primero, y al fútbol primoroso de Caminero, después, el Atlético fabricó en Zorrilla un partido incontestable. Pasó por encima del Valladolid, el equipo que se había ganado el cartel de revelación, como si tal cosa. Y se acercó a la cabeza de la Liga con el mismo paso contundente y autoritario que le elevó a los altares del bicampeonato la temporada pasada.Un convidado con mucho peso se sumó a la cita del lunes: el viento. Sopló con fuerza el aire, en diagonal, y construyó una primera parte enloquecida, imposible de reposar. El balón estaba para ponerle una camisa de fuerza. Iba, venía, se disparaba, se frenaba, visitaba el cielo... No había forma de coserlo al suelo. En noches así Isaac Newton no habría descubierto jamás la ley de la gravedad. La manzana no habría caído.

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El Atlético escogió jugar contra el viento en la primera parte y a favor de él en la segunda. La decisión le costó más de un susto en el primer tramo, pero a cambio, recibió la concesión de Peternac, que se empeñó en malgastar con estruendo los regalos que le plantaron con demasiada frecuencia en las misma narices de Molina. El Atlético, que hizo un vano intento por apropiarse de la pelota, por anestesiarla, llegó menos hasta César. Lo hizo una vez con mucha claridad, en un invento de Juan Carlos que dejó solo a Esnáider. Y le volvió a visitar minutos más tarde en el 0- 1, una jugada en la que no había nada y de la que Vizcaíno, con la colaboración involuntaria de un defensa, sacó un gol.

La firma del primer gol arrojó justicia a un dato indiscutible: Vizcaíno fue el mejor de la noche. A su manera, sin ruido ni fuegos artificiales, estuvo siempre por encima de las dificultades del partido, que por culpa del viento fueron muchas. Estuvo siempre en el sitio justo, muy cerquita de sus compañeros para ofrecerse en los momentos de apuro y muy encima de sus rivales para abortar la construcción de sus contraataques. Con su sentido táctico de costumbre, ése que le permite incluir el término paciencia en un conjunto que le gusta vivir a todo trapo, Vizcaíno supo interpretar todas las curvas del juego de la forma adecuada. Cuando se fue a la ducha, su equipo ya tenía los tres puntos en la maleta.

En parte por Vizcaíno, el encuentro tuvo un perfil menos incontrolado y más vistoso en la segunda mitad, la que jugó el Atlético con el viento y el marcador a favor. Se reencontró el grupo de Antic con su mejor versión, la del fútbol ambicioso, frontal y multirevolucionado. La del bicampeonato, en suma.

El Atlético tuvo una salida deslumbrante tras el descanso. Fue entonces cuando emergió la figura poderosa de Caminero, que le encontró al fin el gusto al partido. El centrocampista madrileño, tal vez para exhibirse en el escenario que le lanzó como futbolista profesional, se decidió a derramar por Zorrilla todo su fútbol de jerarquía. Ese, por ejemplo, que mostró en el segundo gol rojiblanco, una pieza de museo en la que participaron al primer toque casi todos los jugadores.

El 0-2 llevó el sello de Caminero tanto en su inicio (un taconazo soberbio para Esnáider que dobló a la defensa rival) como en la culminación (un cabezazo certero llegando desde atrás, muy a su manera). El gol le sirvió al 21 del Atlético para seguir su racha: desde su reaparición tras la lesión ha marcado en todas las jornadas de Liga.

Con la holgura del tanteo, el Atlético ya se entregó por entero a disfrutar de la fiesta. Llegó el gol en propia meta de Santamaría a pase de Pantic (sin duda una compensación que quiso hacerle la Liga por su repetida mala suerte con los palos) y llegaron dos acciones de lujo de Esnáider que no acabaron en la red de puro milagro. Tal vez, porque lo mejor que hizo el argentino en ambos no fue el remate sino la maniobra de control de la pelota. Por lo demás, la visita a un campo tan propicio, le dejó al Atlético una noticia nada despreciable: nadie se acordó de Kiko.

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