El Extremadura aprieta el cerco sobre Luis
El Valencia acentúa su crisis tras empatar en Mestalla con el colista
El último presupuesto de la Liga se engulló al tercero, que sufre las consencuencias de la perniciosa guerra entre el presidente y el técnico. El humilde Extremadura pescó anoche un punto en el húmedo e irritado Mestalla, que acabó increpando al palco y evocando a los ausentes, Viola y Romario. Gritos de "Fuera, fuera" retronaron en los oídos de Roig y el secretario técnico, Jesús Martínez. El empate, por otra parte, pone sobre las cuerdas al técnico, Luis Aragonés, cuyo enfrentamiento con Roig parece haber llegado a su fin. Puesto que la salida de Roig parece una quimera, las horas de Luis están contadas. Tan sólo la inmediatez del partido de UEFA, el próximo martes, puede prologar la estancia de Aragonés en el cargo.El partido fue tan sólo una muestra más de la sequía ofensiva del Valencia, que se ha gastado esta semana 715 millones en un defensa. Todo un síntoma de la concordia entre los dos máximos responsables del equipo.
Desde las profundidades de la zaga, Zubizarreta y Ferreira, los líderes espirituales del grupo, lanzaban gritos de aliento a sus compañeros. El momento era delicado y había que mantener en pie el espíritu del grupo, o lo que quedara de él, después de los últimos acontecimientos.
Porque el dilema del Valencia era claro. O resolvía el partido o Mestalla se poblaría de enemigos: el terreno pantanoso, la lluvia pertinaz, pero sobre todo el público, el más temible de todos ellos, esperando el más mínimo fallo para volcar todas sus frustraciones sobre los jugadores.
De todo esto era consciente el equipo de Luis, que se aplicó a la tarea de desactivar con un gol inicial toda la gama de enemigos. Y lo hizo siguiendo a pies juntillas el manual del ataque: elaboración en el centro del campo y entradas por las bandas, primero era el turno de Mendieta, después el de Romero. Todo según los cánones. Pero no llegó el tanto. Fundamentalmente porque para derribar barreras defensivas, a parte del manual, se requiere el punto de inspiración y talento del que hoy carecen los punteros del Valencia.
Muy loable resultaba la presencia de Karpin en el manejo del grupo; muy estimable la clase de Fernando para parar el balón imposible o servirlo a un compañero. Todo correcto, pero insuficiente para calmar el ánimo de la grada, que esperaba la menor ocasión para hincarle el diente a los suyos.
De manera que el Extremadura, muy resignado en su admirable modestia, sólo tenía que esperar. A que el campo se anegara, a que el Valencia se desesperara, a que la indignación de la grada fuera en aumento. Todo ello se fue produciendo.
Tras el descanso, los jugadores locales fueron objeto del pim pam pum de su público, que llegó incluso a abroncar a Fernando por el delito de errar en un pase. Y el caso es que el público no entiende que los jugadores no tienen ninguna culpa de que su entrenador y su presidente se enzarazaran en una cruenta disputa que devaluó el equipo. Y así, tal es la degradación del Valencia, que, mientras VIaovic y Moya se estrellaban una y otra vez contra el viejo Juanito, Luis urdió la siguiente estrategia: sacó del campo a Mendieta por Javi Navarro y mandó al lateral derecho a Otero, para que éste penetrara por ese lado. Todo un símbolo de los tiempos por los que atraviesa el Valencia.
El Extremadura dio entrada al corpulento Gluscevic por si sacaba provecho de la habilidad de Duré, el único de los extremeños con capacidad para el desequilibrio. Porque, vistas las circunstancias, tampoco era descabellado pensar en la victoria. Lo tuvo en su cabeza Juanito, pero lo anuló el árbitro.
Después saltó Gálvez y, pese a estar fuera de forma, abrió ciertos caminos a su equipo, remató varias veces y puso en algunos apuros a Juanito. Fue cuando el Valencia volcó todo su cuerpo sobre la meta de Amador.
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