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Rezar y correr

Cada semana, cuando me enfrento al espacio en blanco que he de rellenar con estas líneas, me viene a la mente una pregunta que se presenta con diversas formulaciónes: ¿tendré algo personal contra el alcalde de Madrid? ¿No habrá en mi subconsciente alguna oscura motivación que me incita a convertirle semanalmente en blanco favorito de mis críticas? ¿No seré víctima de una fijación obsesiva que obnubila mi entendimiento y borra cual quier traza de objetividad cuando escribo acerca de cuestiones municipales? ¿Acaso soy presa del más esquemático de los maniqueísmos, que me hace ver en la figura del alcalde al paradigma de una autoridad patriarcal que despierta mis infantiles instintos de rebelión?Desde mis años de estudiante de Periodismo (aún no habían acuñado ese glorioso eufemismo de Ciencias de la Información) aprendí a desconfiar de la "objetividad informativa" que predicaban farisaicamente mis maestros, exponentes, casi todos, de un periodismo domesticado y sometido a las mil y una cortapisas que imponían, manu militari, las leyes y los códigos franquistas. Publicar una noticia o no publicarla, hacerlo en la primera página con enormes tipos o en letra pequeña en un ángulo muerto del periódico, apostillarla o dejarla tal, cual. En cada una de estas opciones mediaba un clarísimo comportamiento subjetivo. La objetividad periodística sólo podría invocarse si la colocación y selección de las noticias se rigiera por sorteo, en función de las inescrutables leyes del azar, guiada por la impredecible y voluble diosa Fortuna o por el caprichoso índice de la divinidad de turno.

Éstas y más cosas me planteaba yo ante la pantalla blanca del ordenador a la hora de iniciar estas líneas, dispuesto a conjurar la recurrente tentación de convertir esta columna en un alegato más contra la monolítica efigie de nuestro primer edil. Para evitarla, puse frente a sí, sobre la mesa, un compendio de todas las informaciones locales publicadas a lo largo de los últimos siete días en los diarios madrileños, sin excepciones ni privilegios. Luego, con los ojos cerrados, seleccioné al azar una de las páginas y respiré aliviado. La noticia agraciada en el sorteo no hacía referencia, ni por asomo, a las actividades y responsabilidades edilicias de don José María Álvarez del Manzano. ¡Eureka!

La página agraciada, correspondió a la edición de EL PAÍS del sábado 9 de noviembre, cuyo titular rezaba: 30.000 niños protagonizan un fin de semana repleto de carreras. Magnífico, el azar recompensaba mi ciega confianza, el nombre de Álvarez del Manzano ni siquiera aparecía en la información, esta vez el alcalde no tenía nada que ver con la extravagante decisión de los 30.000 cachorros madrileños, de 9 a 15 años, que habían decidido, vaya usted a saber por qué, desgastar a conciencia las suelas de sus zapatillas deportivas de marca pateando piedra y asfalto con un dorsal a la espalda por las calles más céntricas.

Madrid vivirá un fin de semana atlético, escribía con plena objetividad el redactor de la noticia, que sumaba a los 30.000 infantes corretones los 5.000 atletas inscritos en la media maratón de Moratalaz, los participantes en una carrera periférica por la Quinta de los Molinos y los voluntarios alistados en un cross universitario de Alcalá de Henares. Tal cúmulo de correcaminos me auguraba un artículo neutral, desmanzanado.

Sin embargo, la tentación fue más fuerte que yo y mi objetividad cayó por los suelos cuando mis ojos pecadores repararon en otra información publicada el mismo día y en las mismas páginas en la que se informaba del maratoniano récord de misas municipales presididas o impulsadas por nuestro piadoso alcalde, sufrido sujeto de mis subjetivas diatribas en los últimos meses. Una marca que se convirtió en plusmarca el pasado domingo en la: plaza Mayor. Treinta mil fieles adultos asistieron a la misma de la Almudena abarrotando la plaza Mayor, igualando el número de atletas infantiles dedicados a los paganos ritos pedestres. El lema de los parroquianos de la plaza Mayor era este año: "Con María, creyentes y testigos de Cristo", aunque quizá hubiera sido más apropiado ese conocido dicho popular que reza: "Fíate de la Virgen y no corras".

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