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Los conductores de autobus se manifiestan en San Sebastían contra el vandalismo radical

"Salté por la puerta, di cuatro pasos y al volver la cabeza vi que las llamas habían prendido todo el autobús". Faustino, un conductor de 40 años, recuerda con precisión los detalles del ataque que la pasada primavera destruyó el autobús que conducía en San Sebastián. "Me amenazaron con tiragomas cargados con bolas de acero y no me dejaron tiempo para nada continúa el chófer. "Antes respetaban a las personas; ahora no tienen contemplaciones, son más agresivos y actúan sin juicio". Para protestar contra esta escalada de ataques de los grupos radicales próximos a ETA y reclamar de la Ertzaintza una, protección más eficaz, los conductores se manifestaron ayer en San Sebastián.

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Un Atuobús quemado iba a la cabeza de los trabajadores de la Compañía del Tranvía de San Sebastián durante la protesta contra el vandalismo callejero, que el pasado fin de semana provocó la destrucción de cinco autobuses. Un conductor resultó herido con quemaduras en otro altercado.E n San Sebastián han ardido este año 13 vehículos, lo que ha ocasionado perdidas evaluadas por la empresa en más de 120 millones. En las líneas interurbanas de Vizcaya del servicio Bizkaibus han sido dañados otros 11 autobuses, a lo que hay que sumar las pérdidas en otras compañías. Reponer un autobús destruido cuesta más de 20 millones.

El comité de empresa de la Compañía del Tranvía se unió a la reclamación de sus compañeros de Bilbao, que el lunes se manifestaron, sobre la necesidad de adoptar medidas policiales contra los agresores. En una nota enviada a la Consejería de Interior afirma: "Pedimos que la Ertzaintza esté más presente y actúe con mayor efectividad". "Para cuando llega la policía ya están abrasados", añaden los representantes de los trabajadores.

Los conductores han comprobado alarmados que los autobuses son ya objetivo prioritario en los actos vandálicos. "Años atrás se limitaban a romper las válvulas de los neumáticos y cruzar el autobús, pero por lo menos respetaban a las personas", recuerda Faustino, que más de una decena de veces se ha visto obligado a bajarse del vehículo en pleno altercado. "Ahora rompen las ventanas para asegurarse de que la gasolina arderá fácilmente", añade,

El día que quemaron su autobús, el primer cóctel molotov no dio en la diana. "Uno de los encapuchados le llamó la atención a otro por tirarlo en las escaleras y le recomendó que apuntara a los asientos, porque ahí arde mejor", prosigue el conductor. "Eran altos y bien formados, jóvenes,, pero no críos de 15 años. Sabían lo que. hacían".

Los vehículos no sufren ataques al azar. Los conductores saben que si llevan un autobús nuevo, de los de más valor de la flota, la probabilidad de ser objetivo de las bombas incendiarías se multiplica. "Son ataques selectivos", aseguran los trabajadores de las líneas urbanas de Bilbao. En San Sebastián está comprobado que por cada viejo Pegaso atacado, numerosos Mercedes recién estrenados caen bajo las llamas.

Pero los ataques no sólo ponen en peligro la integridad física de trabajadores, y usuarios. Según los cálculos de los representamtes sindicales, la destrucción de un vehículo puede acarrear la pérdida de tres puestos de trabajo.

El chófer herido el sábado, Manuel Fernández, de 59 anos, casado y padre de dos hijos, continúa aislado en la unidad de quemados del hospital de Cruces, en Barakaldo (Vizcaya). Una lluvia de piedras y cócteles molotov le sorpredió cuando conducía un autobús por Basauri (Vizcaya). Las llamas prendieron con rapidez, y el chófer abandonó aquel infierno por una ventanilla con las manos y la cabeza seriamente afectadas por el fuego.

"Hay compañeros que han salido corriendo con fuego en los zapatos y la ropa", denuncian los miembros del comité de empresa. "Trabajamos con una tensión tremenda. Miras a un lado, miras al otro, a ver si aparecen en una esquina los del pañuelo", afirma una de las conductoras de San Sebastián.

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