El Madrid gana crédito
El equipo de Capello, tras un juego, acabó arrinconado por el Oviedo
El Madrid firmó 45 minutos llenos de crédito para el proyecto de Capello y terminó el partido mirando el reloj y viendo cómo su rival se quedaba a las puertas de una imponente remontada. Pasó del todo a la nada el equipo madridista, lo contrario que el Oviedo, que regaló el primer tiempo y terminó rehabilitándose ante su afición y arrinconando a su rival.El Madrid encontró petróleo triturando la defensa en línea del Oviedo y haciendo saltar en pedazos su sistema zonal. Los primeros 12 minutos del partido fueron un espejismo. El Oviedo tuvo el balón, llevó la iniciativa y se enredó en el señuelo. Tanto se entusiasmó con el escenario idílico que pintaba el juego, que no vio cómo el Madrid le estaba esperando con el garrote preparado. En el balance general, la conclusión fue que el Oviedo se suicidó primero y quiso resucitar después. El cuadro azul se fue directo al matadero y propició que el Madrid repitiera la misma suerte con machacona reincidencia y siempre sin encontrar oposición.
En una especie de sobredosis sin antídoto, las dos líneas de ataque madridistas la emprendieron con la zona de Lillo y la desmantelaron. Sobre ella trazaron más diagonales que el robot de un delineante. Raúl tomó los galones de delineante en jefe, partiendo de la banda izquierda, donde resultó demoledor. Un vistazo al balón, otro a Suker y a Mijatovic y ya estaba la bolera desarmada. La pareja estelar que ha reunido el Madrid en su punta de ataque fue feliz como nunca en el primer tiempo. Al otro lado de donde dirigía Raúl, Víctor le imitó cuanto pudo.
Así se fabricaron los tres goles y se mandó a Onopko a la caseta, expulsado, con más de medio partido por delante.
En el entreacto, el Madrid había fabricado un escenario propio para echarse a sestear: tres goles amasados en el mismo molde, un rival disminuido por una expulsión y nada que hiciera pensar en un cambio de panorama ni en la resurrección del Oviedo.
Pero el panorama cambió de forma inopinada y el Oviedo se apropió del segundo tiempo hasta hacer peligrar la fiesta madridista. El Madrid también picó el anzuelo. Quiso ver en frente, tras el descanso, a un rival aturdido, resignado a cubrir el trámite y pidiendo a gritos la capitulación. Lo que hizo el Oviedo, lejos de entregarse, fue prepararse para escalar la montaña. Raúl se quedó en la ducha, salió Lasa en su lugar y Mijatovic y Suker quedaron desconectados. El Oviedo siguió jugando al límite, pero el Madrid pensó que ya había obtenido suficiente botín. Su presión del primer tiempo aflojó repentinamente y el equipo cayó en la trampa al ver a un Oviedo protestando al árbitro y a los linieres e interpretándolo como un síntoma de frustración.
Todo lo que dispuso Capello en la segunda parte fue para contemporizar. Terminó jugando con Petkovic y Seedorf` en punta y dando descanso a Suker y Mijatovic, mientras su rival se rehabilitaba jugando al fútbol y con la mirada fija en un imposible.
Rompió el equipo local varias veces la cobertura madridista y puso a Illgner a trabajar a destajo. Primero llegaron el penalti, la expulsión de Secretario y el gol de Dubovsky. El siguiente paso, el 2-3, llegó demasiado tarde para el Oviedo, aunque el partido terminó todo pintado de azul. Faltaban seis minutos para el final y por entonces, al mecanismo de cobertura blanco, ya le crujían todos los cojinetes. El Madrid de ensueño del primer tiempo se estaba diluyendo por el desagüe y pidiendo la hora.
La consecuencia fue que el Madrid ganó los puntos y dio un recital, pero pasó de recrearse a sembrar algunas dudas para el futuro. El Oviedo se marchó derrotado, pero lleno de crédito. A última hora disfrazó las debilidades defensivas de su sistema y desvió los comentarios y las críticas del descanso contra su defensa de mantequilla. Al final, el punto de mira de los comentarios era Raúl. Fue cosa de salir de escena el chaval y quedarse el Madrid compuesto y sin magia.
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