Adiós a las pruebas
A LOS 51 años de la primera prueba atómica, y tras 2.046 experiencias nucleares conocidas a un promedio de una cada nueve días, la apertura a la firma en las Naciones Unidas del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares constituye un hito en el control de los armamentos. Aunque no entrará en vigor hasta su ratificación por los 44 Estados que se sabe poseen centrales nucleares capaces de producir material para bombas, el hecho de que lo hayan ya suscrito las cinco potencias nucleares oficiales -EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido- supone una obligación política y moral de los signatarios de no realizar nuevas pruebas subterráneas (las atmosféricas quedaron ya prohibidas tres décadas atrás).De hecho, las grandes potencias no necesitan esas pruebas dados los progresos realizados en la simulación de explosiones por ordenador. Esta situación despierta ciertos recelos en parte de un Tercer Mundo tecnológicamente más atrasado, que considera -con razón- que éste es un tratado de no proliferación, pero no de desarme. Pero no es poco contribuir a evitar la proliferación de armas nucleares.
India -uno de los 44 cuya firma y ratificación es necesaria y que realizó una única prueba nuclear conocida en 1974- se ha negado a suscribir este acuerdo. Delhi, ya sea con el anterior Gobierno nacionalista o con la actual coalición de centro-izquierda, pretende conservar la opción de armarse nuclearmente frente a las amenazas o peligros que cree discernir en sus vecinos, China y Paquistán. Y la política india de los tres noes -ni firma ni veto ni pruebas- fuerza también a Paquistán a una postura similar. Si al cabo de tres años el tratado no ha entrado en vigor, se deberá celebrar una conferencia para estudiar la situación. Pero de aquí a entonces quizás India se haya convencido de que este tratado puede favorecer la paz y la estabilidad en el mundo de la posguerra fría. Especialmente si se acompaña con nuevos y decisivos avances en la reducción o prohibición de los armamentos de destrucción masiva.
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