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VUELTA 96

Induráin choca con la media montaña

El navarro cede en la ascensión al Naranco un minuto a Zülle quien refuerza su lidereta

Carlos Arribas

Miguel Induráin llegó a la Vuelta con un escaso saco de energías y la determinación de distribuirlas lo mejor posible durante 22 días. Hasta donde le dieran, daría él. Si con ellas podía ganar, mejor; si no, no pasaba nada. Pudo haber ganado la contrarreloj vaciándose y con ello salvar su participación al estilo Rominger, pero prefirió limitar las pérdidas echando mano de su clase. Llegó a la montaña más precavido, dispuesto a sufrir para elevar sus 80 kilos, y en el primer envite, el más flojo de todos -nada tiene que ver la corta subida al Naranco con cualquier puerto alpino o pirenaico-, demostró que no había engañado a nadie: corre la Vuelta a su pesar porque sabe que no es el Induráin Induráin. En menos de dos kilómetros cedió un minuto a Zülle, haciendo recordar las imágenes más tristes de su carrera, las del último Tour. Pero el Induráin impotente no es el Induráin irresponsable, es también el Induráin orgulloso: mantuvo el tipo, no se abandonó -llegó deshecho a la meta, casi vacío-, tampoco dio motivo, siempre fácil y efectista de lograr, para que los eternos pudieran tirar del manido león herido: simplemente, como un profesional que es, limitó las pérdidas. El sentido de la lucha no lo ha perdido: aguantó hasta que las piernas no le dieron más de sí ante gente que convertía cada pedalada en una bofetada. No es resignación a su suerte, es sentido de la responsabilidad. Aunque así haga crecer las dudas a su alrededor, incógnitas que también le asaltan a él. El Tour hizo saltar las alarmas y la Vuelta, como él preveía, no están ayudando a acallarlas.Todo, en el fondo, era una cuestión de fe, de querer creer que lo del Tour no fue más que un pasajero bajón de forma, que si él, Induráin el todopoderoso, quería, las montañas se harían valles a su paso, que el insólito desafío de correr y ganar la Vuelta en septiembre él, que quiere durar y para ello ha limitado toda su carrera su mejor estado a tres meses al año sería factible sólo con un golpe de voluntad. Y aunque él, el que se conoce y sabe de sus límites, no crea, la fe no muere. Y metidos en dinámica religiosa, a seguir esperando el milagro. A querer creer que hoy en los Lagos, el peor trago que querría pasar, él, el Induráin todopoderoso, enseñará su rueda trasera a todos los rivales. A seguir queriendo, si no, que lo que se ha podido acabar sólo son las reservas que tenía otorgadas para este 1996. Que él sepa eso. Y que en 1997, con menos dificultades, se reencuentre con su verdadero cuerpo.

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Más duro de tragar que el hecho de que Alex Zülle le aventajara en un minuto en menos de dos kilómetros fue la forma en que se consumó el choque de Induráin con la montaña. La ONCE hizo una etapa de libro. Desde el principio agarró las riendas con su habitual despliegue de bloque de las grandes ocasiones y sometió a todos a, un fuerte ritmo, historia de cansar a Induiráin y los suyos, si no para ayer, día en que nadie esperaba algo transcendental, sí para hoy, para la etapa de los Lagos. Incluso, el equipo de Manolo Sáiz, intentó la exhibición total y forzó un corte, aún en el llano ventoso, con sus nueve corredores. La presencia del atento Induráin frustró la intentona. Más capítulos del libro: permitir una escapada de cuatro hundidos -llegó a meta y Nardello ganó la etapa- para que nadie más lo intentara y seguir tranquilamente controlando la situación; tensar la cuerda en los tres puertos de tercera aun fundiendo a Cuesta, Herminio, Zarrabeitia, Leanizbarrutia y Mauri en el intento, para lograr una pequeña selección en cabeza antes de encarar el Naranco.

Esfuerzo baldío visto lo que pasó a continuación. La rápida marcha de la etapa -más de 42 de media un día de media montaña le iba en realidad de perlas al Induráin Induráin. Tampoco le iba mal al Induráin versión tres, el de la Vuelta. Cómodo asistía a la maniobra que iba limpiando el campo de acción. Y 20 llegaron en cabeza a las primeras rampas del Naranco. Y dos de la ONCE que no se creían lo que estaban viendo. Ciclistas de todo pelaje detrás de ellos, pero por más que se volvían y torcían el cuello no veían a Induráin. Fue el Induráin de Les Ares el que en cola de pelotón aguantaba como podía, a rueda de Jiménez. Nadie les había dicho eso a Zülle y Jalabert, que dudaron y se resistieron a atacar. Induráin impone siempre respeto. ¿Y si está disimulando? Finalmente Zülle se decidió, bajó un diente el piñón y se lanzó al ataque sin mirar atrás. Los 20 se estiraron e Induráin se quedó con el fiel Jiménez. Quien le iba a decir al de El Barraco que, acostumbrado toda su carrera a aguantar hasta que Induráin decidía acelerar, le tocara animar y tirar del navarro para llevarlo a meta.

Delante de Induráin se fueron los desconocidos, los Apollonio, Julich, Clavero y compañía. Él se quedó solo. Pero, a su ritmo casi inexistente, llegó a meta y defendió su puesto en la general. Induráin, el combatiente.

"No he ido como he querido"

Casero y Jiménez, siempre habituados a cruzar la meta detrás de Induráin, no sabían qué hacer. Se quedaron parados con preocupación esperando órdenes. Cuando llegó Induráin, buscaron su mirada pero no la encontraron. Induráin ni les vio apenas, la mirada perdida de las ocasiones malas y la tos seca -efectos del catarro que arrastra y que no quiso poner como excusa- se vio rodeado de guardaespaldas y conducido al helicóptero de una radio que le bajaría a Oviedo. Allí habló por la emisora.El discurso habitual, lo mismo da que gane o que pierda. Si gana, siempre dice: "me he encontrado bien, pero queda mucho Tour". Ayer perdió y dijo: "He pasado dificultades en el último puerto. No he andado cómo he querido y he cedido tiempo". ¿Para qué más?

"La diferencia es grande porque no me encontraba bien. Puede ser porque este tipo de puerto, corto y de arrancadas bruscas, nunca se me ha dado muy bien. Sentí las piernas frías tras la rápida bajada de la Manzaneda. Zülle arrancó muy fuerte y enseguida ha hecho diferencias. Yo he intentado no perder mucho tiempo subiendo a ritmo. El cuerpo nota que hemos cambiado de escenario", añadió. "Puede ser muy difícil recuperarlas".

El pesimismo se notaba más en la cara y las palabras de sus directores. Eusebio Unzue, mirando hacia abajo, la labia casi perdida: "Ha sido un día preocupante. Miguel no ha estado donde imaginábamos. Y esto despierta las dudas: espero que sólo se haya tratado de un mal día, el choque entre el llano y la montaña, pero también puedo creer que Miguel no está, realmente bien. Hay que esperar para ver si no puede más de verdad. Pero si éste es su nivel, con lo difícil que son los Lagos, perderá más tiempo".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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