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Un juez instruye una causa contra Milud Jedari, pero tendrá en cuenta su heroísmo

El deambular de Milud Jedari da para una apretada biografía, aunque sólo tenga 24 años. El 30 de abril pasado, Milud entró en un túnel del metro y salió del túnel de su vida. Defendió a una menor que era agredida por un desconocido, y terminó tirado en la vía, donde un convoy le seccionó una pierna, le machacó el otro pie y le quitó un ojo. Ahíempezó una nueva vida, pero no pudo borrar la anterior, los días en que se dedicó principalmente a sobrevivir. Diez fechas antes de aquella acción heroica en ayuda de una desconocida, Milud Jedari se vio envuelto en un presunto robo. El caso ha seguido su camino implacable y ha llegado a las manos del juez instructor David Cubero. Pero este magistrado no piensa mirar la causa con orejeras: "La justicia no es absolutamente irracional", ha declarado a EL PAíS.El tropiezo de Milud -un robo al que presuntamente siguió resistencia ante los agentes- se está investigando en el Juzgado de Instrucción 27.

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Un piso amueblado en Delicias

El 10 de abril, 20 días antes de precipitarse sobre los raíles del metro empujado por el agresor de la joven en cuyo auxilio acudió, Milud y otras personas fueron sorprendidos por la policía cuando presuntamente intentaban robar a un transeúnte. Milud huyó y fue detenido, a la carrera, cerca de la calle de Estébanez Calderón (distrito de Tetuán). Según los agentes, el hoy héroe del metro esgrimió un cuchillo contra ellos antes de ser detenido. Sin herir a ninguno.

Fue cacheado. Llevaba una cartera de piel con varias tarjetas de crédito, un reloj y el citado cuchillo.

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Milud: "Hice cosas de las que me arrepiento"

"Prefiero no hablar de ello", se disculpa ahora Milud. Pero al final accede: "Cuando llegué me vi forzado a hacer cosas de las que me arrepiento. Intenté buscar trabajo. Pero sin papeles, sin familia ni amigos es muy difícil sobrevivir. No tenía un sitio para dormir ni donde poder pensar, ni sabía dónde pedir los papeles de residencia. Yo llegué aquí directamente a la vida y fue muy difícil". Milud sí sabe que tiene una causa pendiente. "Sí, una vez tuve un altercado con la policía. Sé que tengo un problema con la justicia, pero no muy importante".Después de cachearle, los policías le detuvieron y acabó en un calabozo de los juzgados.

Aquel edificio ya lo conocía él, pero por fuera. Porque lo primero que vio de Madrid, prácticamente, fue la plaza de Castilla, después de haber entrado por la estación de Chamartín. "Cuando llegué estaba muy cansado, pedí dinero y no me lo dieron. Entonces vi que había muchos marroquíes vendiendo tabaco. Les pregunté si conocían algún argelino que me pudiera ayudar. La primera noche dormí en un parque, otras veces dormía en el metro".

El juez de guardia, tras interrogarle, ordenó su ingreso en el centro de inmigrantes de Moratalaz, por estancia ilegal en España. Sin embargo, no le envió a la cárcel. De lo que se deduce, según fuentes de la investigación, que no advirtió excesiva gravedad en su conducta. De hecho, oficialmente no hay víctima del robo; es decir, nadie ha denunciado la sustracción de la cartera que le intervino la policía a Milud. Y, además, el inmigrante argelino niega haberla robado. Milud ha declarado en las diligencias que la encontró en la calle.

La cartera contenía varias tarjetas de crédito; pero la policía sigue intentando localizar a su titular. Nadie había presentado denuncia por ese robo. Tampoco está probado aún, según estas fuentes, si es cierto que Milud esgrimió un cuchillo contra los agentes. Los policías dicenque sí, pero él lo niega.

Diez días después de aquel incidente, Milud se hallaba en los andenes de la estación de Embajadores. Y allí vio cómo unos individuos agredían a una estudiante de 16 años. No la conocía, pero salió en su defensa. Él, que no era nadie y que nada tenía que agradecer aún a su nueva tierra.

Al contrario, que ahora: "El 30 de abril a las nueve menos cuarto de la noche. Del accidente no me acuerdo de nada. A partir de ese día nació un nuevo hombre. Todos cometemos errores, pero es bueno corregirlos a tiempo, y yo lo he hecho. Cuando llegué a Madrid todo estaba oscuro, ahora empiezo a ver la luz y espero que continúe encendida. Tengo que agradecer a toda la gente que me ha ayudado. Mi casa está abierta las 24 horas a todos los españoles".

Todo Madrid se desvivió por él. El pasado agosto, el delegado del Gobierno, Pedro Núñez Morgades, avaló los trámites para concederle el permiso de trabajo, pero antes debió preguntar al juzgado 27 -según se ha sabido ahora, porque entonces nadie quiso enturbiar el gesto de Milud- si se presentaría algún inconveniente a la vista de las diligencias. La respuesta del juez y del fiscal fue contundente: en absoluto. Eso sí, advirtieron que las diligencias seguirían adelante.

Milud se acomoda en un sofá de su piso en el paseo de las Delicias, su primera casa desde que llegó a Madrid hace seis meses. Enciende un cigarrillo, y pide un café al asistente social en un castellano todavía pobre (eso sí, con el "por favor" por delante y el " gracias" por detrás). Al asistente le ha enviado la organización no gubernamental Madrid Puerta Abierta, y le atiende a diario.

Milud toma aire, fija la mirada en el equipo de música recién estrenado, y con la memoria regresa a Argelia, donde nació hace 24 años y donde dejó a sus padres, a sus seis hermanos y un futuro oscuro. Le cuesta arrancar, habla despacio. Y finalmente opta por expresarse en francés:

"Yo allí trabajaba en una tienda, pero me tuve que ir al servicio militar, y cuando terminé no encontraba trabajo. Y decidí marcharme. Quería venir a España. La frontera de Argelia la crucé en un taxi. Después llegué a Tánger [Marruecos] y de allí cogí un barco. Bueno, tuve que nadar para alcanzarlo. Yo en Argelia jugaba al fútbol, estaba fuerte y entrenado. Y después llegué a Algeciras. En el puerto había mucha policía, así que me tuve que esconder en el barco, y cuando vi que daba otra vez la vuelta para Tánger me volví a tirar al agua y empecé a nadar, pero me cogió la policía y pensaron que era marroquí. Les dije que era argelino, pero no se lo creyeron y me llevaron otra vez al barco y me mandaron a Tánger. Hablé con el encargado del barco y le dije que yo no era marroquí; entonces la policía me volvió a mandar otra vez a España. Esta vez demostré, por una vacuna que tenemos los argelinos en el brazo, que no era marroquí y me dejaron libre. Sin papeles... ".

Sin papeles y sin dinero.

"Sin dinero, sí. Pero lo principal para mí no eran ni los papeles ni el dinero, sólo la idea de venir a España. La vida es muy difícil para un inmigrante y tienes que sobrevivir como puedes. En Algeciras me monté en el tren de Madrid, pero no saqué billete. Cuando vino el revisor, me hice el tonto y, le dije que no hablaba español. Le enseñé un papel, pero me dijo que eso no servía para nada, y me tuve que bajar a 35 kilómetros de Cádiz. Esperé al siguiente tren que venía para Madrid, y ya no tuve ningún problema con los revisores. Y cuando paraba en una estación preguntaba a los demás viajeros: ¿Madrid? Y así hasta que llegué a Chamartín. Sin billete, sin papeles y sin dinero".

Así que acabó robando para comer. "Entraba en los grandes almacenes y me llevaba comida. Un día entré en un restaurante cerca de Atocha, comí y luego no tenía dinero para pagar y el del restaurante llamó a la policía, pero me dejaron ir sin pagar".

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