Una vara convertida en bumerán
Un menor británico demanda a su padrastro ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por pegarle
Poco podía imaginar una familia británica como tantas otras que los azotes propinados con una vara, en 1993, a uno de sus hijos, un chico de nueve años, llegarían andando el tiempo a los sesudos magistrados del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, y volverían convertidos en un bumerán. El día de autos, el padrastro del muchacho, que permanece en el anonimato, le vareó.La madre asegura que el chico llevaba un cuchillo de cocina en la mano y pretendía apuñalar a uno de sus cuatro hermanos. Los médicos que atendieron al pequeño en el hospital apreciaron heridas en las nalgas, muslos y pantorrillas.
Los servicios sociales fueron alertados, y hubo incluso un juicio por lesiones. El jurado calificó el enfado del adulto de comprensible, y éste fue absuelto y el caso cerrado.
Hasta ahora. Con 12 años, el mismo niño ha demandado al iracundo padrastro por aplicarle un castigo corporal que, según sus abogados, "es inhumano y degradante". Si gana el caso, la legislación que permite ese castigo en el Reino Unido puede ser modificada.
Los letrados arguyen precisamente que el propio Gobierno ampara correctivos de este calibre al permitirlos las leyes. Los padres británicos pueden pegar a sus hijos con mesura. "Siempre que el castigo sea razonable", reza la norma. Un polémico derecho parental que Stephen Dorrell, ministro de Sanidad, piensa defender con vigor. "Las leyes vigentes reflejan el sentido común y no podemos prohibir los cachetes", ha dicho. "La mayoría de los padres entiende bien el castigo corporal y tienen derecho a aplicarlo".
El pequeño demandante no lo cree así, y ha apelado a sus derechos como menor para no ser golpeado por un adulto, por cercano que sea el parentesco. Su padre biológico, con el que vive hoy, le apoya y piensa recorrer con él el camino hasta Estrasburgo.
Para la madre, de 34 años, las cosas son distintas. Sin desvelar tampoco su identidad, ha ofrecido otra imagen de su vida familiar. "He tenido problemas con el niño desde que cumplió dos años. Siempre está rompiendo cosas, gritando y persiguiendo a los demás", afirma. Luego añade: "Le quiero, pero es imposible dominarlo y no deseo que viva conmigo". El comportamiento destructivo continuó en el colegio, y de nada sirvieron los consejos de profesores y psicólogos infantiles. "Ya no puedo hacer nada más. Creo también que los menores tienen problemas de conducta porque no son castigados con propiedad", concluye.
Tanta seguridad preocupa a las asociaciones británicas contrarias a la violencia infantil. Cerca de 60 apoyan la abolición del castigo corporal, y Peter Newell, responsable de una de ellas, cree que denuncias "de alto nivel" como ésta servirán para proteger a los niños contra la violencia de los adultos.
Grupos de presión como Familias y Jóvenes enfocan el problema de la disciplina infantil de otro modo. No sólo defienden el derecho de los padres a corregir la conducta de sus hijos como crean conveniente. "Si les dan un cachete será como último recurso después de otros intentos", han dicho. El Comité para los Derechos del Niño, dependiente de la ONU, teme que los padres abofeteen a su prole y se ha mostrado muy preocupado" ante la aceptación legal de unos "castigos razonables" difíciles de medir.
En los últimos 17 años, seis países europeos han optado por evitar que ciertos casos de violencia infantil lleguen a sus tribunales. El castigo corporal ha sido prohibido en Suecia, Finlandia, Noruega, Dinamarca, Chipre y Austria. En Irlanda, las leyes están siendo revisadas a la luz de una campana informativa protagonizada por dos menores que se susurraban el siguiente eslogan: "Pegar a los niños está mal, pásalo". El cartel con dicha imagen apareció en 1993, y un año después se habló de reeducar a los padres como paso previo a la abolición de los bofetones. Aunque la decisión final no se ha producido aún, para sus expertos y los de Alemania, donde una enmienda al Código Civil propone suprimir los castigos físicos que produzcan daños psíquicos, el desenlace del caso británico será muy ilustrativo.
En el Reino Unido, Sanidad ya ha dicho que no se siente obligada a reformar las leyes si el niño gana. Una solución de compromiso podría consistir en delimitar mejor las circunstancias en que un menor puede ser abofeteado por sus padres.
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