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VUELTA 96

El accidente se hace ley

Induráin pierde 37 segundos al quedarse cortado tras una caída cerca de la meta

Carlos Arribas

Nunca pensó Laurent Jalabert que su decisión de meterse en el sprint murciano le fuera a proporcionar tamaña bonificación. El riesgo es, para el francés educado en la escuela del roce de bicicletas y codazos a toda velocidad, un componente más del precio de la victoria. En varias ocasiones, las habituales caídas cerca de meta le han dejado a él KO. Hace dos años, la pavorosa caída en el sprint de Armentières le dejó fuera de combate varios meses; el año pasado perdió el maillot amarillo del Tour al caerse en una rotonda entrando en Le Havre. Jalabert, evidentemente, no buscaba la caída de sus rivales, sólo la generosa bonificación que ofrece la Vuelta a los primeros de cada etapa. Y el riesgo le rindió beneficios.La prudencia le restó dividendos a Induráin, la otra mano del duelo a dos en que se está convirtiendo la Vuelta. "Cuando vi que la entrada en Murcia era peligrosa por el agua que estaba cayendo, me dije que más valía ser prudentes y no arriesgar, así que me fui para el final del pelotón", dice Induráin. Fue víctima y espectador privilegiado de lo que ocurrió. Porque la caída no se produjo en los primeros lugares del acelerado pelotón entre los que luchaban por la victoria, no, el desastre se produjo en la mitad justa del grupo, cuando un corredor -"no preguntéis quién", dicen los ciclistas, "bastante teníamos con intentar mantener el equilibrio"- patinó en una curva ocupada por un resbaladizo paso cebra. El efecto dominó fue instantáneo. Más de 20 ciclistas se fueron al suelo. Los de delante no se pararon a mirar quiénes; los de detrás se tuvieron que parar en plan Puerta de Alcalá. Entre ellos, Induráin.

El único día de lluvia

37 segundos perdidos el único día que llueve en Murcia en varios años. El accidente se ha convertido en la ley de la Vuelta. Quien mejor está jugando con las circunstancias ajenas e incontrolables -viento, lluvia y demás- está sacando los mayores beneficios. O sea, la ONCE. Casi sin comerlo ni beberlo, entre bonificaciones y cortes finales, Induráin se encuentra ya, en sólo cuatro etapas, a 1 m 6s del líder. Y éste no es un hombre de paja, es Jalabert, el ganador de la Vuelta del 95.

La furibunda reacción de un airado Manolo Sáiz a la insinuación de que el jurado técnico meditaba ampliar la zona de excepción de un kilómetro -no se suma tiempo a los rezagados por avería o accidente en la zona de sprint, el último kilómetro- sirvió para reabrir un debate presente en todas las grandes rondas. "Si no se cuenta el tiempo real a los retrasados, retiro al equipo de la Vuelta", dijo el director del ONCE. "Mejor para mí que se retiren", dijo Induráín, pero el jurado, mediatizado por la amenaza decidió finalmente aplicar el reglamento puro y duro, pero no podrá mantenerse ajeno mucho tiempo -tampoco la organización de la carrera- a las voces de muchos corredores, directores -incluido Manolo Sáiz- y técnicos sobre la injusticia que acaban suponiendo las entradas a las ciudades. Las calles ya no soportan las enormes velocidades que se alcanzan en los kilómetros finales, superiores a los 60 kilómetros por hora. Y los corredores, pudiendo ir rápidos no van a ir lentos. Algo habrá que hacer para que los que intentan ganar una Vuelta no acaben siendo víctimas de accidentes que no han provocado. "A los sprinters hay que dejarlos solos que hagan su oficio", dicen los ciclistas.

Ya hace tiempo Tony Rominger propuso que los tiempos reales se tomaran antes de enfilar la primera calle de una ciudad. A partir de ahí, aquellos que quisieran jugarse el tipo por la victoria de etapa, que se lo jugaran, que dieran espectáculo al público, pero que no implicaran a los demás corredores.

Con el incidente de la caída, el pelotón cruzó la meta de Murcia fraccionado. En el grupo de Jalabert, entraron 33 corredores -entre ellos, Zülle, milagrosamente libre de un suceso-; luego entró otro de 21 a 30 segundos; más tarde, el de Induráin -73 ciclistas-, a 37 segundos; y después pequeñas facciones que incluían ya a los caídos. De todo el desbarajuste se aprovechó el belga Tom Steels -uno de los sprinters favoritos-, para sumar su primera victoria en la Vuelta y, de paso, ofrecer un poco de bálsamo al dolorido Mapei.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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