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La identidad

La Real Fábrica de Tapices, con 275 años de existencia, la única de sus características en el mundo, se encuentra al borde del cierre. No es la primera vez que atraviesa una situación agónica, pero en esta ocasión sus poco más de 100 millones de deudas parecen ser suficientes para abatirla. Ya no hay dinero para hacer frente a casi nada. Los cristales que faltan en las ventanas han sido sustituidos por. plásticos mugrientos o reemplazados por trapos. Si se merodea el edificio cualquiera podría decir que allí sólo habitan rata! y basuras. Su aspecto constituye una metáfora no ya del fin de una época sino de la debilidad del orgullo nacional. Hace apenas un años se cerró la que fue Nueva Fundación de Gremios, de 1941, principal restauradora de los tapices del Patrimonio Nacional. Entonces se auguró que, en adelante, habría que envíar las piezas a Bélgica. El futuro efectivamente puede ser éste si la Real Fábrica se extingue, lo que no sería ya una excepción. De los muchos patronos con que contaba la Fundación de Gremios -cinco ministerios, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, Cámara de Comercio, Patrimonio Nacional y Cajamadrid- ninguno fue capaz de evitar su muerte. ¿Puede esperarse que, ahora, cualquiera de las instituciones autóctonas aporte una solución?Radicada la fábrica en el centro del país a nadie sorprendería, tal como vienen sucediendo las cosas, que se invocara de nuevo una intervención norteamericana mediante la cual, hoy, desde el césped del Calderón a la recaudación de multas, la política cinematográfica o las galletas maría han hallado su gestor. Los tapices se van desgarrando al compás del deterioro de la inteligencia cultural o empresarial y simultáneamente a una actitud colectiva que parece haber abdicado de proteger sus signos de identidad.

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