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El compromiso del amor

Algunas veces se ama sin pasión pura y descarnadamente, otras dominados por una furia ciega de posesión. En ambos casos el amor vincula con tal fuerza a los amantes que, en un principio, se internan cada uno en el otro. Éste es el grave peligro del compromiso amoroso. Opfer significa en alemán ofrenda y sacrificio, es decir, las ataduras que crean la prisión del Tú y el Yo, de la que es difícil salir. Los amantes al unirse pierden la libertad de ser ellos mismos, enmascaran su verdadera individualidad, pues el amor es una solución engañosa de la soledad recíproca. Con caricias intentan retener sus cuerpos, prometiéndose la eternidad en el abrazo armonioso.La aparente solidez de la pareja humana les clausura, convencidos de que no necesitan ya nada ni a nadie. ¿Se tienen tan firmes uno al otro y seguros de no separarse nunca? El éxtasis que viven puede durar mucho o poco, pero termina cuando aparece la división en la unidad amorosa misma, al descubrir uno de los amantes que el otro está apoderándose de todo su ser y teme desvanecerse. "War nicht Liebe und Abschied so leiclit auf die Schultem gelegt?" (Rilke). ¿Acaso no están posados ligeramente sobre nuestras espaldas el amor y la despedida?

En todo compromiso amoroso la pareja se aísla, se distancia de los demás para vivir uno del otro, y no hay un desarrollo libre de sí mismos, pues ya no están abiertos al todo. Por ello, aun el abrazo más íntimo conlleva siempre el adiós latente en sus cuerpos. Para conocer el secreto de cada uno se desentienden de cuanto les rodea, y tan sólo se asoman a las honduras sombrías de su Yo para iluminarlas. Así se alienán uno y otro, "Selbstentfremdung" (Marx) a que lleva el fiel compromiso amoroso. Los amantes se prometen espacio, tiempo, hogar , para sentirse protegidos pero, en realidad, es casi imposible no chocar con los propios límites pues existe siempre un fondo de oposición entre ellos. Entonces sólo la pasión puede unir lo que está separado. Las distiritas estaciones del amor llevan al amante cada vez más allá, hasta alzarse diferente del que era. Después de este vuelo. trascendente de su aspiración íntima, ¿cómo limitarse encerrado en un solo amor? Jens Peter Jacobsen, en su novela Fru Marie grubbe, cuenta la historia de una mujer que vive múltiples amores, porque está abierta a todos los seres, por más dispares y antagónicos que son sus amantes. El amor es suma total, no uno y exclusivo. No busquemos retener al amado, pues éste debe liberarse para completar su desarrollo personal. "So leben wir und nehinen immer Abschied" (Rilke). Así vivimos siempre, despidiéndonos. El amor nos realiza si logramos lo que García Bacca denomina "la transustanciación", es decir, el cambio incesante cada vez más alto del ser que somos, sin perder lo peculiar. Mientras la mujer- por amor se eleva a la donación suprema de sí misma, el hombre cuando se, entrega es víctima del ímpetu fluvial de la sangre y cae postrado. Necesitamos conjugar la serena ternura femenina y el ardor incombustible masculino.

El amor nos muda y cuando un amado desaparece de nuestro horizonte, abre el camino al futuro, amoroso. Somos viajeros sin retorno,, desprendiéndo nos de todo a lo que nos sentía mos apegados. Ser uno mismo, exige voluntad de transformación. Anticipémonos, pues, a la separación. Enimanuel Levinas sostiene que son los otros quienes nos abren las ventanas a la posibilidad de amar sucesivas veces sin comprometerse jamás, para no cerramos a la infinitud amorosa. Walter Benjamin analiza el encantamiento que crea la mirífica atracción que despiertan los escaparates de las galerías comerciales, como el remedio más eficaz para distraer al hombre en su ansia de amor. Según Keerkegaard, en Diario de un seductor, la palabra atrae, a la persona deseada, y desarrolla una hábil estrategia filosófica de conquista- "Va liéndose de sus finísimas facultades intelectuales sabía inducir en tentación a una joven de forma maravillosa". Una vez desvelado el enigma de la amada y pasado ese instante sublime, se corre peligro de caer en la monotonía, petrificación marmórea del sentimiento, desesperación agónica del amor. Este personaje rompe el compromiso amoroso para abrirse a- nuevas investigaciones sobre posibles figuras de la aventura amorosa: "Los seres humanos eran. para él solamente un estímulo, un acicate. Cuando ocurría lo deseado se desprendía de ellos como los árboles dejan caer sus frondas". El amor múltiple y fugitivo, pensamos que es un descubrimiento de los amantes, y no obra de este don Juan reflexivo que seduce a la mujer desde su dominante subjetividad.

Sin diálogo ni mediar palabra, en pleno silencio, entregados a la posesión carnal mutua, los amantes pueden lograr la unidad amorosa hasta llegar, como demuestra el novelista británico D. H. Lawrence, en su novela La serpiente emplumada, la la fusión cósmica", una integración con todos los seres vivos. El pensador holandés Johan Brouwer, en Trasfondo de la mística española,dice: "El amor es la iluminación súbita de dos seres que culmina el vuelo reciproco hacia la trascendencia.

El nuevo sentimiento posmoderno del amor no busca ir más allá de la experiencia del placer en sí mismo, ni desea encontrar un ser con quien comprometerse. Estos amantes se poseen alegremente como objetos de consumo, no le dan mayor importancia y siguen cada uno su camino sin volver la mirada. El resultado de esta original forma del amor se reduce al mero contacto sexual empírico, fiesta continua que erosiona el, sentimiento de felicidad, pues la satisfacción que proporciona es parcial y limitada a zonas corporales. Mientras el compromiso del amor conlleva todas las posibilidades de llegar al abrazo integrador, el mero disfrute de sucesivos goces eróticos crea angustia y, en consecuencia, desublimación, o sea, pérdida de la idealidad amorosa. El neurótico vacío que deja la fácil y continua satisfacción sexual engendra una violencia desmedida en estos jóvenes gozadores cuando no pueden lograr el objeto deseado. Entonces, la pasión despechada e insatisfecha estalla con ímpetu arrollador, destruyendo hasta lo que posee. Estos amantes se consumen a sí mismos, y pueden llegar al suicidio global. El odio que esconden desencadena la necesidad de destruir lo que han amado con furia libidinosa. La pasión fungible de estos amantes, como no puede saciarse nunca, persigue nuevos objetos eróticos para calmar su energía pulsiva, desembocando hasta en el crimen.

El amante posmoderno de la sociedad consumista busca aventuras continuas y esta diversión frívola se convierte en una manipulación objetiva de sí mismo y, también, sin quererlo ni saberlo, es una mercancía más en el intercambio de productos en el mercado del placer. Viviendo con tal velocidad y tensión fugitiva, el amor es inasequible, remoto como estrella de otra galaxia, incapaces de sentir el natural deseo de aprehensión cognoscitiva. Ya no se medita el amor ni hay afán de descubrir el misterio del otro que se desea, simplemente se vive la hora, el día que llena de orgullosa satisfacción egotista. Las mujeres y los hombres de nuestro tiempo renuncian al compromiso trascendente del amor a cambio de variadas posesiones gozosamente efímeras.

Si el compromiso del amor aprisiona a los amantes y los inmoviliza, las experiencias del amor múltiple, tanto las buscadas como las frívolas son disolventes. del ser humano. ¿Qué hacer? Mantener el compromiso del amor sin cerrarse ni ensimismarse, permaneciendo siempre abierto a los otros, a la totalidad viviente.

es ensayista, autor de Teoría de los sentimientos.

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