Un poco de yerba fresca
Mi nieta, Alejandra, tiene empleo en Barcelona y toma las vacaciones, como la mayoría de las personas inexpertas en los trucos y entresijos burocráticos, durante este mes, en el que no trabajan los que disfrutan permiso y tampoco los que vana la oficina. Se relaja la hora de entrada, se abrevia la de salida y reina la tolerancia para ir a la piscina o a El Corte Inglés, ideal donde pasar una mañana climatizada. Depende del buen entendimiento entre los currantes que, al respecto, suelen transitar por la vía del consenso.Mi nieta viene a verme a Madrid, su lugar natal, en el mes de agosto; juego marcha unos días a tierras extremeñas y toledanas, cuestión, quizá, de almacenamiento de calorías, no encuentro otra explicación racional. Conocido el crónico y endeble estado de sus finanzas pregunto, con el mayor respeto, por las paseatas nocturnas en esta ciudad, aletargada y sudorosa. Me informa: "Buscamos yerba 'fresca". Curioso, el plural mayestático que utilizan los jóvenes. Con un punto de tutelar inquietud le pido, usando la mirada, un esclarecimiento tranquilizador, a pesar de su consolidada y veterana. autonomía. Evalúa con sorna la turbia suspicacia: "Hierba. Eso que crece en las afueras de los pueblos y donde se juega al fútbol, abuelo. Anoche fuimos al Retiro. Hoy, creo, a Rosales, o a la Fuente del Berro".
Se arma de la paciencia, indispensable entre quienes tratan con los viejos y los tontos -cuando no son una misma persona- y me ilustra acerca del empleo que de una parte de la noche, hace la juventud, que ahora se inicia muy pronto, para adentrarse en los territorios de la madurez. "Hay que estirar el presupuesto, porque no aguanta el precio de los lugares de diversión. Y buscar los grandes espacios, abuelo: los hay en este Madrid nocturno, que los mayores desconocéis". Me consideró, durante un instante, como si fuera a sucumbir a la tentación de invitarme a la inmediata correría, propósito desechado de inmediato, con excelente criterio. Había triunfado el. sentido común.
"Hoy, el Retiro y los andurriales que recorremos, no son peligrosos, como pareces temer. Lo fueron, hasta que alguien tuvo la elemental idea de que se trata de parques públicos, y la solución consiste en iluminarlos, sin caer en luminotecnias, claro. Algo de luz y entrada libre son la garantía... ¿Drogas? ¡Qué atrasadillo estás! Los colgaos se apartan de nosotros". Rebuscó en la memoria más información privilegiada para satisfacción de mi ignorancia:
¿Cerveza, litronas, cubatas ... ? ¡Vaya lenguaje! No hay locales abiertos, salvo los que ofrecen atracciones, con entrada y consumición lejos de nuestras posibilidades. Además, con este calorazo, sólo, los mayores se complacen en agitar el esqueleto: ya no está una para dosis de bakalao. Los puestos de refrescos se levantan al anochecer y lo que mejor se conserva es una botella de agua mineral. Porque la cerveza caliente... ¡ni que fuéramos ingleses! ¡Hombre!, creo que la mayoría arroja el envase en la papelera, pero no te lo puedo jurar. ¿El Hipódromo? Ten en cuenta que, aunque no lo parezca, somos más los que no tenemos automóvil y encontramos alto el precio de acceso y transporte, sin contar que a un sitio así se va a apostar y a ver cuadrúpedos, según mis noticias".
Profundizó en sus archivos mentales: "Buscamos la yerba, donde sentamos o tumbamos-, para charlar y sentir lo fresco que es el verde por la noche. Algunas parejas van a lo suyo, imagino que quizá te acuerdes de qué se trata. Pero eso no le importa a nadie, ni preocupa, porque es bastante lógico que se aparten". Abandona el tema, quizá por 91 considerarlo demasiado escabroso para mis año!. "Te asombraría- ver la cantidad de gente que circula por esos lugares: caminan, hacer footing, pedalean, desde el paseo de Coches hasta el Angel Caído, por Rosales, donde ¡m-, provisan una pista. El mayor peligro de las noches madrileñas es que te arrolle un perturbado encima de dos patines. Ellos llevan casco y rodilleras, pero tú, no. Van como locos".
Sonó el teléfono móvil que le he regalado, por su cumpleaños y que no lleva consigo, para no extraviarlo. La reclaman. "Bueno, abuelete, me marcho. Despiértame para desayunar juntos. ¡Muá!".
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