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Salsa de nostalgia dominical

Unos 3.000 latinoamericanos comen sus platos y juegan los domingos en el Retiro

Pasar una tarde de domingo por la Chopera del Retiro es como hacer un corto viaje por Latinoamérica. Cada 50 metros cambian las nacionalidades, los acentos, los rasgos, los platos típicos y la música. Desde la una de la tarde y hasta que el sol se esconde, ese sector del parque se transforma en una fiesta latina. Unos 3.000 peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, chilenos, dominicanos, cubanos y algún que otro mexicano, se juntan para vender la comida de su tierra, jugar un partido de fútbol o de voleibol y, si hay suerte, ligar.María Caiza, boliviana de cabello negro hasta la cintura, es la primera en llegar y la última en marcharse. Trabaja de lunes a sábado como interna y todos los domingos va al Retiro para ofrecer fritadas (patatas fritas con chicharrones). Si el día está bueno, gana unas 15.000 pesetas. Como ella, otras 20 mujeres madrugan o pasan la noche en vela cocinando. Con las manos limpias y la cabellera recogida, se agrupan por países: en el extremo norte, los ecuatorianos; en el centro, los colombianos, y al sur, los peruanos.

"Cocino con mucho placer porque lo hago para mi gente. Muchos tienen meses de no probar un bocado de su tierra, aunque también vienen españoles que, en cuanto prueban, se van contentos y, por lo general, vuelven", comenta una colombiana que entre semana limpia casas. En su puesto, con cumbia a todo volumen, se encuentra lo mejor de la cocina de su país: arroz con pollo por 1.000 pesetas; arepas (torta salada de maíz) por 100; empanadas (tortas de maíz rellenas de carne) a 100 pesetas, o un refrescante salpicón (frutas picadas con zumo) por 200. Y si hay sed hay masato (bebida fría hecha a base de maíz) a 150 pesetas el vaso.

Pese a que, la venta ambulante de comida está prohibida por las ordenanzas municipales, en. el Retiro también se puede comer un delicioso cevíche peruano (pescado macerado con limón, acompañado con patadas y aderezado con una salsa picante) por 600 pesetas. De postre, unos típicos alfajores peruanos (dos piezas de masa muy finas, adheridas con dulce), a 75 pesetas la unidad. Están hechos con las manos arrugadas de Irene Cisneros, una abuela limeña que vino a pasar las Navidades, pero ha tenido que quedarse para pagar la quimioterapia de su hija, enferma de cáncer. "Te sientes como en tu casa. Es agradable encontrarte con tus paisanos y saborear de nuevo tus platos", dice Javier Contreras, peruano de 36 años. Y aprovecha para brindar como en su patria: todos se sirven en un mismo vaso que pasa de mano en mano.

Bajo el sol agobiante de las tres de la tarde, los más jóvenes juegan al voleibol con españoles. Desde la, sombra de un árbol, musculosos dominicanos observan de arriba abajo a las jugadoras peruanas y ecuatorianas. Ellas responden con juegos de miradas. Y después de una buena sudada, una comilona. A las ocho de la tarde las ollas están vacías, muchos estómagos, llenos y los corazones, contentos.

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