No hay fuentes
Me llamo Antonio y vivo en una ciudad en donde ya no hay fuentes. A veces cuando paseo, y éstos se hacen un poco largos, el prolongado ejercicio me produce una sed espantosa. Tan perentoria es la necesidad de beber que cuando estoy a punto de morir deshidratado en cualquier esquina, ¡plash!, voy y me saco un bote de Aquarius del bolsillo y resucito como el Ave Fénix del caliente asfalto de agosto.Esto me sucede a mí, como a muchos otros vecinos de esa ciudad, porque ya no quedan fuentes (o no quedarán casi). Imbuidos de la política de recortes e idealizada por el señor Manostijeras, el Ayuntamiento de esa ciudad ha decidido quitarnos el agua. Como verán, a mí no me importa mucho porque yo tengo un arsenal de aquarius para hacerles frente, pero a mi vecino, como a otros tantos ancianos, les va a matar la sed. No se vayan a creer que ésta ha sido una medida de urgencia tomada así, a la ligera, sin que se enteren el concejal de Urbanismo o el mismísimo alcalde; como digo, esta política de aguas ha sido particularmente estudiada, y lo ha sido hasta el punto que pronto veremos cómo desaparecen los bancos de los parques.
Sin darnos cuenta asistiremos a entretenidas partidas de mus entre ancianos que juegan de pie o apoyados en una acacia de la alameda -el objetivo, por supuesto, es hacerlos desaparecer, y con ellos, el gasto-, y a lo de los bancos puede seguir tranquilamente, pongamos por caso, el pago de 100 pesetas por las recetas a la Seguridad Social, ¡nada más y nada menos que las recetas!, y luego vendrán los parques,que son algo costosísimo y que, de otra manera, pueden generar pingües beneficios si se pudieran vender a una inmobiliaria o poner un parking, que tanta falta hace siempre. Y, en fin, ya sin viejos, ¿para qué narices se necesitan espacios verdes y fuentes y recetas...?-
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