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Entrevista:

"Vine a triunfar a Madrid, donde lo venidero es mejor"

Hace 50 años, con los primeros disparos de la guerra civil, Félix Colomo, un joven torero de alma, campesina, se convertía en una de las pocas figuras de la lidia al servicio de la Segunda República. Mientras la mayoría de los diestros pronto halló la protección del bando franquista, Colomo se vio obligado a torear bajo la enseña tricolor. Retirado de los ruedos por su pasado republicano, allá por la década de los cuarenta probó suerte en el negocio de la hostelería. Convirtió una taberna de mala muerte a la que acudían sus paisanos de Navalcarnero en un restaurante de prestigio: Las Cuevas de Luis Candelas. Y, tras el éxito de esta primera empresa, nació de su mano La Posada de la Villa, ineludible punto de encuentro para los amantes de la gastronomía tradicional. A sus 83 años, Félix Colomo recuerda con verdadera nostalgia sus tiempos de matador de toros.Pregunta. ¿Cómo era el Madrid en el que Félix Colomo decide hacerse torero?

Respuesta. Dejé Navalcarnero de chaval, y me vine a trabajar a Madrid, a la gran ciudad. Y aquí me deslomé en mil oficios, vendiendo carne que traía de los pueblos e introducía clandestinamente, para no pagar el impuesto municipal. Así comencé a conocer el mundo del toro, a través de los timbaleros, acercándome al frontón Jai Alai, donde se reunían las figuras de la época: los hermanos Lalanda, Armillita Domingo Ortega. Luego: tras años de miserias, de dar capotazos aquí y allí, tomé la alternativa. Y entonces comencé a tener acceso a un Madrid para mí desconocido: el de los grandes banquetes, los coches, los hoteles, las juergas en tablaos.

P. ¿Con qué figuras compartía cartel en la época anterior a la guerra?

R. Manolo Bienvenida, Juan Belmonte... Y Domingo Ortega, con quien tuve algún que otro problemilla.

P. ¿Y al acabar la guerra?

R. Acabó la guerra y se acabó mi carrera como torero. Pasé casi dos años en la cárcel, acusado de rebelión o algo así. ¡Pero si los que se habían sublevado eran ellos! En fin, que me liquidaron como matador.

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P. ¿Qué torero, actualmente, se acerca al estilo que usted representaba?

R. Ninguno. Lo que yo hacía era una locura. La gente vibraba en la plaza, porque yo me quedaba muy quieto frente al toro, y me arrimaba mucho.

P. Y ahora, posadero en- Madrid, ¿añora realmente los años de pisar la, arena de las plazas?

R. Claro. Pero tampoco me quejo. Las Cuevas de Luis Candelas y La Posada de la Villa son dos grandes obras de las que puedo enorgullecerme. Yo vine a Madrid a triunfar y, a la larga, triunfé. Siempre me dije: "Aquí, en Madrid, lo venidero será inejor". Y así ha sido..

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