EL CUADERNO DE VALDANO
El mejor duerme lo mismo. Asumen el peso de la responsabilidad, absorben presión, crean expectativas y duermen igual, así son los verdaderos campeones. Antes del Italia 90, Argentina salió de gira. Yo estaba peleando contra los límites para jugar el Mundial y en el esfuerzo preparatorio me dolían hasta las muelas (al final me ganaron los límites, ustedes recordarán). Estábamos en un hotel de Austria y como el cansancio no me dejaba dormir bajé a desayunar a las siete de la mañana. Me sorprendió encontrar al Vasco Orlaticoechea, un jugador excelente y un tipo delicioso. Abrimos conversación: "Vasco, ¿qué haces aqui?" "No puedo dormir", me aclaró. "¿Con quién estás en la habitación?", seguí. "Con Maradona". "¿Y qué tal?" "Mal". "¿Por?" "Mucha responsabilidad. Imagínate si le llega a pasar algo. ¿Qué le digo al mundo?".El sueño desbocado. El mejor sueña con que lo es y los que están cerca se asustan antes que ellos mismos. En la cumbre se sienten cómodos: no sufren el frío, ni la soledad. Lo de Raúl es extraño, tiene el mismo vigor mental de Maradona sin ser Maradona. ¿Quién lo mandó a tirar la falta del primer gol frente a Australia sin ser un especialista? Nadie, sólo recibió el mandato de la desvergüenza. Sus sueños le llevan mucha venta a a la realidad, pero él no se resigna y compromete su vida por el lejano ideal. Esa locura competitiva le da ventaja: hace de cada entrenamiento un reto personal, es como una aspiradora asimilando enseñanzas y sólo se conforma con lo máximo. Antes que alegrarse por los dos goles que marcó, se tortura por uno que falló. Es inteligente y orgulloso. Siempre que su orgullo no supere a la inteligencia, seguirá dando satisfacciones.
Raúl. En su casa, con su novia o en el instituto, esté donde esté, una parte de su cabeza la tiene puesta en la portería contraria; así son los goleadores. Pero se trata de un goleador al que hay que alejar de la portería porque saca más ventaja con la inteligencia que con el cuerpo y parado en medio de los dos centrales muere de inanición. Hay que permitirle enganchar desde más atrás, tirarse a los costados y participar en la elaboración de la jugada; entonces sí, con esa capacidad de síntesis que tienen los jugadores de verdad, termina encontrando el gol. El o un compañero, porque lo mismo sirve para el penúltimo toque como para el último.
¿Lo aceptan? Raúl tiene una personalidad dura y poco dócil, pero hay que detener a los que se empeñan en domesticarlo porque lo que afuera de la cancha se entiende como rebeldía, dentro es coraje: para apostar la pierna y el alma en cada jugada, para pedir la pelota cuando los normales se esconden, y para salir de un error como si nada hubiera pasado. Nadie es líder a los 17 años, pero cuando en un equipo hay lugares vacíos quien tiene una personalidad fuerte y categoría futbolística se termina haciendo dueño de la plaza, aun sin abrir la boca. Se dijo (con afán crítico) que yo le dí demasiado vuelo, y a lo mejor es cierto, pero desde que me fui el Madrid no levantó y, sin embargo, él siguió volando. También Butragueño fue resistido en la intimidad del vestuario durante mucho tiempo, aunque su talante (afable, manso, respetuoso) no sea comparable al de Raúl. Todo esto se lo comenté a un colega de mas experiencia que yo y su respuesta me convenció: "Los compañeros no resisten al personaje, se resisten a aceptar el éxito del personaje".
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