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La siesta

Creo que es la más importante aportación española para el próximo siglo, compatible y complementaria de la cibernética, la dieta mediterránea y la microcirugía. Se quedan en la cuneta voces que estuvieron muy acreditadas, como guerrilla y amigo. La primera quizá sobreviva en los torvos manuales del terrorismo y el otro vocablo ya se despojó del siniestro significado que tuvo en las calles de los Países Bajos, cuando los sicarios de la Inquisición ponían la ominosa mano en el hombro calvinista- "Ven con nosotros, amigo". El barrio de Bruselas, "Amigo" tuvo aquel luctuoso origen. Le sucedió el estentóreo "¡saludos amigos!".La siesta es la gran contribución a la cultura del Mundo Nuevo. Es la fiesta, la floresta, la suma y la resta, los cantares de la Mesta, el paréntesis racional en la jornada, el broche de oro de los trabajos y las horas. A regañadientes lo asumen los franceses, los germanos, los sajones y los latinos todos, no descartándose su exportación al Lejano Oriente. Dicen de los madrileños que. son la gente que menos duerme del entorno en que vivimos, pues nos acostamos muy tarde y nos, levantamos como si fuéramos daneses. El déficit cotidiano queda enjugado por la siesta. Quizá en la economía política, el trastrueque y el cambio de lugar y del nombre de los mismos factores hagan que el producto parezca mejorado y distinto.

Puede que haya profundos y esclarecedores tratados sobre la siesta, sus beneficios y consecuencias, que mi ignorancia desconoce. Hablo desde una constante empírica, un ejercicio y militancia que hunde las raíces en la niñez y me autoriza a divulgar que se ha instalado con firmeza entre los hábitos del hombre contemporáneo. Y de la mujer, no faltaba más. Que haya varias, muchas clases de siestas sólo reafirma la meridiana realidad. Costumbre romana, que indica nobleza y acierto, era la forma inteligente de tratar el cuerpo, dándole reposo, tras el almuerzo, que se tomaba al mediodía, a la hora sexta, de ahí su nombre.

Fue tenido, durante largas centurias, por vicio de haraganes e inclinación de gandules, artera atribución, pues puede comprobarse científicamente que es afín al individuo hacendoso, diligente y esforzado. Como vocablo hace tiempo que está incorporado a los idiomas conocidos, en tanto función biológica. Voy más allá: debería utilizarse como referencia para señalar un espacio o lapso, indefinido en el idioma español. La palabra "tarde" es muy imprecisa: Tiempo que hay desde el mediodía hasta el anochecer". Muy ambiguo. En el verano abarca 10 horas. Más concretos son el francés aprésmidi, el inglés afternoon y el alemán Nachmittag, que trocean un concepto demasiado vago.Hasta hace poco daba vergüenza confesar. que dormíamos la siesta, para eludir el sambenito de holgazanes que nos colgábamos. La infomación más admisible era la de que "don Fulano está descansando un momento", dicho en tono confidencial, como si se tratase de una enfermedad venérea. Hay un amplio espectro siestero, desde la de- orinal y "Jesusito de mi mida", que decía el poeta Jesús Juan Garcés, hasta el "pigazu", que no recogen los adoririílados académicos y viene en el poco, petulante Diccionario de Bable. que, al alimón, redactaron -con casi un siglo de diferencia- don Apolinar y don Ramón de Rato, bisabuelo y padre del actual ministro de Economía y Hacienda. El pigazu es echar un sueño, sentado y vestido, sin abandonar el cuidado que se tiene a cargo, alambicada y gloriosa descripción de la duermevela.

Evitamos, hipócritamente, citarnos para después de la siesta, enfangándonos en alusiones . a la "media tarde" o, "al anochecer", términos muy pocos ciudadanos. En las guarderías se impone a los pequeños ese descanso, que quizá no precisen, pues su cuota de sueño parece ser bastante. Quienes en realidad lo reclaman son los celadores, que saben mejor vigiladas a las criaturas que duermen, sumidas en la inconsciencia. Como el antiguo truco, de las azafatas en los vuelos transoceánicos, que aterrorizaban al pasaje con augurio de turbulencias frontales, a fin de mantenerlo inmovilizado, con el cinturón de seguridad ceñido, mientras descabezaban un sueñecito.

. Cada vez es mayor el número de ajetreados ejecutivos que necesitan quebrantar la tensión laboral, recurriendo a este hábito, que no es pernicioso ni ataca a la salud ni contamina. Debería estar contemplado en las metas de convergencia de Maastricht. Otro gallo nos cantaría, quizá.

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